El movimiento es una de las características atribuidas en exclusiva a una parte de los reinos clásicos de la Taxonomía. Los animales y relacionados se distinguían por esa capacidad de moverse. La taxonomía se ha ido haciendo cada vez más compleja y los clásicos cinco reinos han derivado a, por lo menos 15, por las peculiares características de muchos seres microscópicos, a medio camino de lo que antes considerábamos clases completamente excluyentes.

Motivación viene de la raíz latina MOTUS y significa movimiento y, referido al ser humano, denota agitación del espíritu, supone un inicio, dirección, intensidad y persistencia de la conducta. Explicándolo en términos físicos, frente a la sola presencia que tendría un segmento de recta, tendríamos un vector con intensidad, dirección y sentido.

La motivación denota el nivel de intensidad de una conducta, a mas motivación, mas nivel de intensidad de la misma.
La motivación, en suma, es el conjunto de procesos implicados en la activación, dirección y persistencia de la conducta.
La motivación en gran medida depende de uno mismo, de su educación, contexto cultural, valores o expectativas. Esta es la premisa de la que partimos en todas las situaciones y sobre la que podemos trabajar de forma individual (aunque también colectiva), fomentando la solidez de estos postulados. Mucho de esto surge en el entorno más próximo, más familiar o personal y entronca con las emociones.
Desde el amor a la música, desde los buenos deseos y valores a los aromas de la infancia o el murmullo del agua en los arroyos. Muchas de esas premisas residen en el inconsciente y apenas afloran, suenas los acordes de un himno o escuchamos algunas soflamas de líderes carismáticos.
Hay además otros elementos externos de motivación que van desde la recompensa cierta, basada en la relación contractual a la otra más sutil basada en el contrato emocional y que depende del reconocimiento, el prestigio social, la reputación o la relevancia en entornos personales o profesionales. Muchas cosas que nunca haríamos por nuestro propio interés o voluntad, nos vemos abocados a realizarlas por obligación, por la necesidad o por la resolución de otros que, sabiendo nuestras dudas, nos han ayudado a encontrar fuera o dentro, las razones para reconducir nuestra conducta.
El premio, el castigo, propio o extraño, inmediato o diferido, explica la dialéctica del comportamiento. Hay muchos modelos de motivación y de motivadores está el mundo lleno. Modelos más rotundos, basados en la formación, convicción, corazón, equipo, sinceridad, liderazgo, trabajo, etc., que han creado escuela y cambiado el rumbo de grandes organizaciones deportivas, recuperándolas para competir por lo más alto sin complejos.

Frente a este modelo hay otros más pausados, menos rotundos, basados en el prestigio, el carisma y quizá en la persuasión, que también lideran organizaciones y que no tienen nada que envidiar los resultados aunque pueda discutirse la eficacia de sus métodos en muchas ocasiones.

Sin duda éstos y otros modelos son sinónimo de éxito y, aunque hay otros, todos hablan de fuerza interior, de actitud, pero también de esfuerzo, de continuidad y método…Todo esto es en gran medida motivación.
¿Cómo motivar a un ser humano, paciente, alumno, residente, subordinado? No es fácil encontrar respuestas completamente eficaces en todos los casos, pero, basándonos en los ejemplos revisados, podemos dar una orientación.

Una vez subsanados los elementos básicos de la supervivencia, aire, agua, alimento, la salud en un amplio sentido, la subsistencia; la actividad laboral y la integración social son la siguiente motivación. El reconocimiento social y los imperativos morales o éticos serían una última fase.
Desglosado en algunos conceptos podríamos concretar así:
Conocimiento de uno mismo y de la situación: nuestra personalidad es un enigma que podemos resolver con la reflexión y con el dialogo con otros, estrategias como la ventana de Johari que permiten esa reflexión puede ser muy útil.

Definición de los objetivos: sea cumplimiento de consejos terapéuticos, tareas, académicas o profesionales o de las relaciones humanas.
Planificación u hoja de ruta: a veces las empresas fracasan por una preparación insuficiente o por el agotamiento de los recursos humanos o materiales en un esfuerzo inicial que no se puede sostener en el tiempo.

Por último, reevaluación continúa, feed-back o retroalimentación: nos permite implementar o corregir actitudes, lo que hoy es correcto y suficiente puede no serlo en el siguiente momento
Como esta serie de ideas hay muchas otras. Cada uno debe buscar la que mejor se acomode a sus circunstancias o preferencias y, en todo caso, entrenar las situaciones. A veces conocemos las actitudes correctas, pero no somos capaces de ponerlas en práctica o sostenerlas en el tiempo.
Los motores de nuestra conducta precisan combustible como la curiosidad, el amor, la ética… cualidades altamente energéticas en este sentido.