Hoy en día la Medicina se ha convertido en uno de los referentes de la sociedad, garante de la salud, pilar de la calidad de vida. Esto se basa en un conocimiento progresivo de los factores que determinan la salud, de los procesos de las enfermedades y de los mecanismos de actuación de agentes terapéuticos o técnicas intervencionistas.

Si la Medicina en su conjunto es una referencia en nuestra sociedad, la cirugía en particular ha adquirido el papel de brazo armado de la misma, ejecutor inmediato de las medidas necesarias para restablecer la salud en todas las circunstancias, como si hubiera una operación para cada problema de salud.

Si los procedimientos no invasivos no son capaces de resolver los problemas, los intervencionismos toman el relevo y el protagonismo de resolver patologías de otra manera irresolubles.
Para eso la cirugía ha precisado el apoyo de otras ciencias, la farmacología y la higiene, antibióticos y esterilización, de la anestesia, utilizando los dispositivos de respiración artificial, monitorización cardiorrespiratoria o neurológica, refuerzos de circulación sanguínea como el ECMO o los dispositivos de asistencia robótica o mínimamente invasivos que están revolucionando, en el principio de este siglo, la manera de afrontar las cirugías.

Nombres como el Robot da Vinci, Rosa, Mako, etc… han venido a soportar y reforzar nuestra manera de atender a los pacientes, mejorando los cálculos, el pulso y la precisión en cortes, suturas y otros procesos de las operaciones.

Sin embargo, hay un factor que sigue siendo esencial, es el factor humano, esa presencia, ese calor que nosotros, muchas veces en broma, pero desde el respeto, matizamos como manestesia.

Y es que, en los momentos difíciles, de crisis, de estrés, de tensión, encontrar una mano amiga que te dé calor, estabilidad, seguridad, refuerza y serena, y te ayuda a soportar las situaciones más complejas.
Esta reflexión no pretende ser un alegato contra la ciencia o contra el progreso, más al contrario, pretende ser una reivindicación de la labor de los seres humanos, muchas veces poco valorada, muchas veces anónima, al margen del protagonismo de los principales actores de los procesos terapéuticos, pero imprescindible.

La experiencia en las actuaciones intervencionistas, muchas veces está potenciada por la sensación de seguridad que aportan compañeros profesionales de la salud, no siempre bien valorados como enfermeras, auxiliares, o también especialistas que se quitan los galones y asumen ese acompañamiento como una parte imprescindible de la atención a los pacientes

Aunque a veces decimos que si quieres encontrar una mano amiga, la encontrarás al final de tu brazo, encontrar a otros que te ayuden en bastantes otras puede ser la manera de convertir una experiencia traumática en algo llevadero, incluso positivo.

Quizá las máquinas lleguen a reemplazarnos en muchas tareas y lo hagan mejor que los humanos por la exactitud de los movimientos repetitivos, pero aún está muy lejos que esos artefactos sean capaces de aportarnos la comprensión y la empatía de un semejante.