La vida es ese regalo que se nos concede de una forma graciosa, es algo a lo que no damos importancia porque es consustancial a nuestra naturaleza.
Pensamos porque estamos vivos, comemos porque estamos vivos, amamos porque estamos vivos y nuestro corazón late, gracias a la vida y nuestros pulmones se llenan por la misma razón.
Como decía Violeta Parra, debemos dar gracias a la vida por los luceros que nos permiten distinguir lo negro del blanco y… todas las otras funciones de nuestro organismo.

Preservar la vida es un imperativo ético que acompaña por naturaleza a los humanos de buena voluntad y que incluye a nuestros semejantes y los otros seres vivos que habitan o pueden habitar este planeta o este universo, algo que desgraciadamente, en los tiempos que corren, vemos que no practican algunos congéneres y los colectivos que les apoyan.
Una de las formas de preservar la vida que llevamos a gala en el nombre de nuestra profesión es la Reanimación.
Aunque hemos hablado ya en este y otros foros de la reanimación, no está de mas recordarlo por la importancia del bien que queremos proteger y por la necesidad de un conocimiento adecuado de las maniobras que nos permiten ayudar a otros que se encuentren en dificultades.
Tratando de emular a héroes míticos de la literatura, hombres y mujeres cada día pelean por rescatar de ese infausto destino a las ovejas descarriadas por mor de un fallo miocárdico, una alteración respiratoria o una obstrucción en la circulación.
La parada cardiaca se identifica como la ausencia de respuesta o respiración en una víctima real o potencial en alguno de los escenarios de la vida cotidiana o del entorno sanitario en los que ensayamos las maniobras de Soporte Vital.
En el reconocimiento de un paciente, a los profesionales se nos abre un abanico de los parámetros que debemos valorar. Muchas veces la víctima no ha sufrido un colapso, sino que está en riesgo de sufrirlo y por eso debe hacerse una valoración sistemática rápida y completa: en nuestros protocolos lo denominamos ABCDE. Como casi todo en la ciencia, son términos en inglés.

Tiene sentido designar los pasos con un acróstico compuesto por las primeras letras del abecedario, puesto que eso lo hace sencillo, intuitivo, fácil de recordar y además denota que es lo primero que debemos hacer.

A) de vía aérea, por donde entra y sale el aire; B) de respiración y todo lo que conlleva de movimiento ruidos, profundidad ritmo; C) de circulación, ritmo, frecuencia, fuerza, distribución en el cuerpo de la actividad cardiovascular; D) de discapacidad, que relacionamos con alteraciones neurológicas, ya sea por falta de conciencia o respuesta y por presencia o alteraciones en los reflejos; y E) de exposición o evaluación general de todo el cuerpo, por si hay algún factor que se nos escape. De hecho, solemos encontrar lesiones, picaduras de insectos, hematomas o puñales en la espalda que no veríamos si no los buscamos y revisamos al paciente en conjunto.
Esta valoración debe hacerse si la víctima no está en situación de parada, si no lo que ya se ha comentado: iniciar reanimación, activar ayuda de equipos de reanimación, sea de emergencias extra hospitalarias (112 en nuestro entorno europeo) o el número de los compañeros de equipo de reanimación, y pedir un desfibrilador.


La maniobra clave es la compresión torácica, en el centro del tórax, sobre el esternón, con el talón de la mano, enlazada con la otra mano, actuando perpendicularmente al plano del tórax, 5 cm de compresión, no más de 6. A un ritmo de 100-120 por minuto en ciclos de 30 compresiones, intercalando con 2 ventilaciones.
Actuar así hasta conseguir un desfibrilador/monitor para analizar el ritmo. Si el ritmo se puede desfibrilar el choque debe ser lo más precoz, si no debemos realizar compresiones.

Cuando los expertos lleguen, tomarán el control y reevaluarán continuamente a la víctima en busca de factores desencadenantes que se puedan tratar.
Este proceso sistemático se repite varias veces y, en los cursos de reanimación avanzada, lo machacamos hasta la saciedad para evitar olvidos indeseables.

Los médicos Anestesiólogos Reanimadores estamos comprometidos con la práctica de las maniobras de soporte vital y también en su divulgación universal, en la población general, en los profesionales de la salud y especialmente entre nuestros compañeros.
Es una enorme satisfacción sentir que estamos haciendo lo correcto y estamos dando todo por ayudar a los demás. Ese es el mandamiento fundamental de todo profesional sanitario que se precie.