Una vez más, como viene sucediendo desde 1976 (hace la friolera de 49 años), nuestros jóvenes licenciados y graduados, se enfrentan al reto que puede cambiar sus vidas y marcar su destino de una forma radical, solo que este año el alineamiento planetario quizá marque acontecimientos interestelares.

La formación de médicos especialistas en España está regulada para que el acceso a la misma se produzca mediante una oposición nacional, a la que tienen acceso todos aquellos que han obtenido el título de licenciado o graduado en nuestro país, en la Unión Europea y en muchos países de Sudamérica con los que tenemos un convenio de colaboración docente.

La formación para MEDICOS INTERNOS Y RESIDENTES, en muchos sentidos, es ejemplar. Es un sistema de acceso universal. Todos los candidatos pueden optar a cualquiera de las plazas sin distinción. Se evalúa no solamente los conocimientos en un examen tipo test que se realiza simultáneamente en toda España, sino el currículum obtenido durante la carrera y también durante el posgrado inmediato.

En este examen, se ofertan plazas de formación en prácticamente todos los hospitales de España, que tienen una acreditación, es decir, reunir unos requisitos tanto de complejidad clínica como en capacidad docente.
La inmensa mayoría de estas plazas las ofertan hospitales de la red pública nacional, aunque algunos centros privados o con gestión privada tienen plazas de formación que se incluyen en la convocatoria de forma directa o con requisitos específicos.

Aunque el examen y la acreditación dependen de las autoridades centrales, los médicos trabajan en los hospitales de la red de las comunidades autónomas, por estar transferida la gestión a las consejerías de sanidad de cada territorio.

Este modelo, en el que existe acuerdo entre los diferentes niveles administrativos y los diferentes estamentos políticos, y que, como el caso de la organización nacional de trasplantes, nadie pone en entredicho, contrasta con las dificultades para encontrar un marco de colaboración en el ámbito profesional y asistencial.
El examen MIR es la última barrera que los jóvenes, ilusionados, con ánimo de ayudar a otros, tienen que superar para poder dar rienda suelta a sus vocaciones, aunque muchas veces por los azares del destino, la especialidad o el sitio donde uno la desarrolla no es exactamente lo que tenía uno como idea.

Y esto mismo se puede decir de lo que viene después de la formación. Tanto el tipo de trabajo, el lugar donde uno lo desempeña y la compensación que recibe por ese trabajo, no siempre son lo que uno había oído, lo que le habían dicho, lo que había soñado. Conviene una revisión de los programas docentes y la actualización de su duración, incluso la creación de nuevas especialidades que den respuesta a la demanda social y asistencial.
Ser médico, aparte de requerir vocación, requiere un entrenamiento continuo e indefinido, con una dedicación que muchas veces va más allá de los horarios laborales o administrativos y con una responsabilidad personal, que probablemente no está bien explicada, y desde luego no está bien compensada.
La búsqueda del futuro a veces supone completar los ingresos de un trabajo principal con uno secundario, como sucede en todos los oficios, (como si no pudiera atenderse un puesto de dedicación pública en una administración con la dedicación a una entidad privada, como pueda ser una asociación, sindicato o partido político).

Ánimo a esos jóvenes románticos e ilusos que miran el futuro con los ojos muy abiertos, deseando darlo todo, entregarse al 100% por la causa de la Salud. Nuestra sociedad debería responder a esa generosidad con otro tipo de generosidad: en la consideración social, profesional y, por qué no decirlo, también económica.

Si la responsabilidad no decae en función del número de horas que lleva uno trabajando, tampoco debería decaer la compensación, la remuneración en la atención continuada, que es otra asignatura pendiente.

Si el compromiso y responsabilidad es mayor a medida que uno asciende en el escalafón profesional, igualmente debería compensarse con generosidad ese compromiso y no solamente con restricciones en la libertad del ejercicio.

A nuestros próximos compañeros y colegas, todo el ánimo, estamos ansiosos de compartir con vosotros nuestra experiencia, nuestro conocimiento y nuestro trabajo.
Y a las autoridades, un esfuerzo de comprensión y generosidad con los abnegados profesionales que vienen sosteniendo este sistema desde el corazón y el esfuerzo diario.
El sistema MIR podría ser un modelo generalizable en otros contextos de la sociedad, y quizá generaría profesionales, concienciados y homologables en muchos otros ámbitos del conocimiento.










































































