Los músculos constituyen una parte esencial de la masa total de nuestro organismo, aproximadamente el 40% del peso magro, excluida la grasa y su composición, básicamente agua y proteínas, por tanto, es la referencia esencial del estado nutricional de la persona.

El sistema muscular, junto con el óseo, es el que da estructura y solidez a nuestro cuerpo y responsable de nuestra capacidad de deambulación. Todos los movimientos de cada una de las partes de esta “máquina fascinante” se realizan a expensas de complejas reacciones químicas, en las que el calcio y las miofibrillas se deslizan unas sobre otras dentro de los miocitos, estirando y encogiendo su longitud. Simple de explicar o ver, pero enormemente complejo en su explicación electroquímica.

Además, el músculo posee funciones menos conocidas que mejoran la inmunidad, merced a sustancias como las mioquinas, involucradas en la defensa del organismo frente a agresiones externas víricas, bacterianas y previenen la aparición de neoplasias. Por último, el movimiento y su reiteración, favorece la circulación sanguínea, la coordinación con el sistema nervioso y mantiene su salud, es decir, previene la aparición enfermedades cardiovasculares y de demencias.

El ejercicio, mediado por la musculatura, es fuente de salud a todos los niveles. Sin embargo, la musculatura también puede ser fuente de dolor como estructura originaria y, las más de las veces, como estructura afectada en segundo lugar que reacciona al daño a otro nivel con contracturas reflejas.

 El músculo precisa relajarse después de contraerse, como los motores necesitan aflojar la aceleración para no dañarse. Las contracturas mantenidas son perjudiciales y dolorosas, por eso son necesarias en nuestro arsenal terapéutico herramientas que faciliten la relajación muscular.

Los relajantes musculares actúan reduciendo la intensidad de la contracción, interfiriendo el proceso por el que el sistema nervioso ordena la contracción, es decir, tienen una acción sobre el sistema nervioso y la activación muscular. Esto explica su acción general sobre todos los músculos y también alguno de sus efectos secundarios, como la somnolencia, la dificultad de concentración, la sequedad de boca o el mareo.

Su utilización debe estar prescrita y controlada por médicos acostumbrados, advirtiendo de esa posible pérdida de atención o somnolencia, y deben utilizarse en franjas horarias que no interfieran otras actividades (muchas veces coincidiendo con horario de sueño).

De entre ellos, los más utilizados son el carisoprodol, clorzoxazona, metaxalona, utilizados como coadyuvantes en patología dolorosa músculo-esquelética, lumbalgias, cervicalgias o como apoyo en recuperación de lesiones traumáticas o intervenciones quirúrgicas.

No todos los relajantes tienen la misma indicación y algunos se comercializan o no en los diferentes países según los criterios de las autoridades sanitarias nacionales.

Algunos, como la orfenadrina o tizanidina, pueden tener una indicación más específica por su acción anticolinérgica y sobre receptores adrenérgicos, tipo alfa 2, en patologías como el Parkinson. Otros, como el baclofeno, tienen una indicación en contracturas severas y fenómenos de espasticidad, por lo que se emplea en pacientes con trastornos, como la esclerosis múltiple, debido a la disfunción nerviosa severa que la acompaña.

El dantroleno, empleado en parálisis cerebral, lesiones en la columna, cuadros cerebrovasculares y en la hipertermia maligna, es un fármaco de acción periférica reservado para esas patologías y no de uso habitual en patología músculo-esquelética en pacientes ambulatorios.

Quizá los más empleados sean el metocarbamol a dosis de 500mg; la ciclobenzaprina, de estructura química relacionada con antidepresivos tricíclicos como la amitriptilina, a dosis de 5 a 10 mg; y el diacepam de 2,5 hasta 10mg, una benzodiacepina que además de relajación muscular produce ansiolisis y sedación.  

Como vemos, los relajantes se pueden emplear en multitud de cuadros como medicación de segundo nivel y asociarse a otros agentes terapéuticos en casi todos los cuadros de dolor músculo-esquelético y siempre, siempre deben controlarse por profesionales, evitando la automedicación.

Existen también algunas plantas medicinales o métodos tradicionales, que pueden facilitar la relajación muscular y que, en ocasiones, pueden ser buenas alternativas por su menor potencia, siendo además fáciles de conseguir en la naturaleza o en herbolarios.

Plantas como la manzanilla, la lavanda, el romero o la lavanda se han venido empleando en la medicina herbal desde hace siglos, aunque también deben tenerse en cuenta a la hora de compatibilizarlos con otros principios farmacológicos y con la vida diaria.

La salud es responsabilidad del afectado, ahora bien, para la prescripción de los profesionales se debe formar equipo y evitar decisiones unilaterales que perjudiquen finalmente la evolución de las enfermedades.

Publicado por Dr. Alfonso Vidal

Director de las Unidades del Dolor del Hospital LA LUZ (Madrid) y del Hospital SUR (Alcorcón, Madrid). Grupo QUIRÓNSALUD Profesor de Dolor en la Univ. Complutense Madrileña

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