Para l@s médic@s, nuestra profesión, en gran medida, es algo más que un oficio. Muchas veces, en el duermevela que precede al sueño o el que justo experimentamos antes de despertar, podemos tener la sensación de ser algo más que artesanos, trabajadores, calderos, pastores, escribas o villanos de cualquier otro tipo: pensamos que podríamos ser algo parecido a un caballero medieval.

Y es que en algunos sentidos, nuestra profesión tiene un poco de ese iluso romanticismo que ha llenado las páginas de las novelas de caballerías, los relatos épicos y las nuevas series de anillos y dragones.

Para acceder a esta condición de caballero existían y existen unas normas muy estrictas, sea por la pureza de la sangre o por los méritos y el arrojo demostrado en el campo de batalla. Es necesario, no solo conocimiento, sino también habilidades, lo que hoy se denomina curriculum, expediente o carrera profesional.

Debemos conocer al enemigo al que nos enfrentamos, se presente de la manera que se presente, y muchas veces tenemos que rescatar a indefensos en peligro de caer en las garras de ese taimado felón.

Nuestro rival adopta multitud de formas, ya sea caballero negro, dragón, arpía, león, alado o hidra de siete cabezas.

Nosotros, tras velar nuestras armas, somos investidos en esta mítica orden de la caballería analgésica y para esta ingente tarea se nos otorga esta túnica, a modo de uniforme, de un único color con el escudo de nuestra casa.

Portamos, igualmente protecciones metálicas extraordinarias para defendernos, de las emisiones energéticas, de nuestros enemigos o del fragor de la batalla.

Portamos celada, visera, babera, gola, peto, manopla o guantelete y empuñamos las armas de la justicia, del honor y de la terapia analgésica.

Realizamos la cruzada diaria siempre acompañados de nuestros imprescindibles ayudantes: escuderos, armeros, herreros y pajes y en el terreno de las más bravas gestas y singulares combates, en suma, somos unos campeones de la justicia y de la salud que permanentemente medimos nuestro acero con nuestro enemigo, el dolor.

Volviendo a la realidad, nuestro trabajo sin duda es abnegado, tenemos un compromiso, juramos ayudar y tratar de mejorar la salud de quienes confían en nosotros pero no tenemos los poderes mágicos de los caballeros de leyenda, ni tampoco la inspiración o guía de los dioses.

Lo que sí tenemos es pleno compromiso, dedicación y un arsenal terapéutico que aunque no mágico si tiene un montón de cualidades útiles para nuestros pacientes.

Así qué, vestidos con nuestras armaduras, empuñaremos las armas y nos dirigiremos al campo del honor a enfrentarnos en singular combate en el día a día frente al dolor.

Esperaremos, como en los relatos artúricos, seguir contando con nuestros ilustres caballeros y nuestras valientes amazonas para que, todos juntos, en algún momento, alcancemos, no sin fatigas y heridas del fragor de la batalla, el mítico grial de la salud a fin de poder vivir sin dolor.

Publicado por Dr. Alfonso Vidal

Director de las Unidades del Dolor del Hospital LA LUZ (Madrid) y del Hospital SUR (Alcorcón, Madrid). Grupo QUIRÓNSALUD Profesor de Dolor en la Univ. Complutense Madrileña

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