El dolor es un problema multidimensional con una enorme cantidad de caras y de matices, como una figura geométrica imposible.

El dolor afecta por sus especiales características a multitud de aspectos de la vida que limita las funciones, la movilidad, el descanso, la concentración, las relaciones sociales, condiciona la vida laboral. Puede llegar a ser una pesadilla, una maldición.

El dolor también tiene un aspecto no desdeñable desde el punto de vista social y es la enorme cantidad de personas afectadas: alrededor de un 20% de la población que, aunque solo fuera con un conviviente por cada uno, afectaría a otro casi 20%. Esto habla de la enorme magnitud del problema y del enorme esfuerzo que necesita soportarlo y tratar de aliviarlo.

El dolor, para los afectados, por desgracia, es una forma de vida, es una experiencia sensorial y emocional desagradable que condiciona todos y cada uno de sus actos, de sus movimientos, de sus planes, del trabajo, de las relaciones, de todas las decisiones que tiene que tomar.

Esto incluye la afectación que supone, muchas veces, los efectos secundarios de los medicamentos, la duración del efecto favorable, incluso el precio y la penosidad de los tratamientos conservadores o intervencionistas.

Mención especial tiene la situación en la medicina pública, con unas listas de espera casi comparables con las dimensiones del cosmos o los costes que las compañías de aseguramiento y los grupos hospitalarios aplican a los procedimientos no financiados.

El dinero, ese invento chino, según parece, condiciona en gran medida la manera en la que afrontamos las soluciones de un problema de por sí ya complejo. El dinero, o más bien la falta de dinero, limita la utilización de tratamientos innovadores y la ampliación de las plantillas de profesionales bastante exiguas, por cierto.

Desde aquí también una reivindicación por la remuneración justa de los profesionales abnegados, entregados, y mal pagados, mejor dicho, muy mal pagados en todos los ámbitos asistenciales en nuestro país.
En un futuro no muy largo encontraremos un enorme déficit de profesionales debido a las difíciles condiciones laborales y a la oferta más que atractiva de la remuneración y las condiciones de trabajo en otros países, como por ejemplo Portugal, Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, etc.

El dolor es una forma de vida para muchos profesionales que, como quien suscribe, a veces también tienen crisis de fe relacionadas con el beneficio que supone un tipo de trabajo con una gran carga de dedicación y con una compensación muchas veces escasa y que está haciendo que estas profesiones sean abandonadas en favor de otras como las de gestión o dirección de empresas, claramente mejor remuneradas.
El dolor, como forma de vida de los profesionales, en ocasiones supone no solamente dar una correcta asistencia, sino también una correcta atención que, además se basa en un diagnóstico sensato y certero en la explicación para los pacientes de sus patologías y cómo pueden, con su propia actitud y con algo de ayuda por nuestra parte, disminuir y aliviar su dolor.

Desde la humildad, me permito recomendar un libro basado en mi propia experiencia y en la de los pacientes que llevo atendiendo en mi carrera profesional durante las últimas tres décadas. Este libro, titulado “Vivir sin dolor” (Ed. HarperCollins, 2022) pretende ser una herramienta de ayuda, redactada en un lenguaje asequible, para que tod@s quienes lo lean puedan entenderlo.
No es un tratado científico sino un compendio de experiencias vividas en primera, en segunda y en tercera persona, por pacientes y profesionales. El título es una llamada a la esperanza.
Tratar el dolor es extremadamente complejo, vivir sin dolor es casi imposible, pero con la colaboración de todos, de los pacientes, de las autoridades, de la sociedad civil y de los sanitarios, podemos invitar a los afectados a creer que hay alternativas terapéuticas viables para muchos de los problemas y una palabra de explicación y de consuelo para todos.

El 17 de octubre es el Día Mundial del Dolor e invito a tod@s a reflexionar, como hiciera en su momento el Presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy: “No pienses en lo que los médicos pueden hacer por tu dolor, piensa en lo que tú puedes hacer por tu dolor y el dolor de los demás antes de alcanzar la gloria”.