En el curso de los acontecimientos humanos, a veces, se hace necesario, volver la vista atrás y con ello, ver cuántos y cuánto hemos errado en nuestras afirmaciones y consideraciones.

El pensamiento, las religiones y la ciencia van de un lado a otro rectificando, aclarando las explicaciones y pidiendo disculpas por errores y desmanes del pasado.

En el nombre de la Ciencia y de la salvación de las almas o del mundo se han cometido todo tipo de atropellos. Los Iberos, celtas, tartesios, cartagineses, griegos, romanos, visigodos, musulmanes cristianos, monárquicos y republicanos… han pasado por nuestra historia, nuestra tierra y la de otros, imponiendo su visión de la realidad y su fuerza.

En ese sentido, sin ser directamente responsables queremos hacer un justo homenaje a uno de esos estudiosos que, en el bazar del tiempo, han quedado relegados, quizá por una insuficiente atención o por una política de comunicación no completamente atinada.

Francisco Hernández de Toledo, nacido en la Puebla de Montalbán, paisano de Fernando de Rojas, autor de “La Celestina”, estudió Medicina en la Universidad de Alcalá, probablemente en 1515, por las posteriores referencias a su edad en documentos oficiales, aunque no consta partida de bautismo y porque debiera tener 21 años en 1536 para graduarse, teniendo de compañero a un famoso médico de la época: Francisco “el Divino” Vallés.

Ejerció como médico en Toledo, Sevilla y en el Monasterio de Guadalupe, haciéndose cargo de su jardín Botánico. Volvió a Toledo y después pasó a Madrid como médico de la Corte donde probablemente conoció y compartió experiencias con otra leyenda del conocimiento, Andreas Vesalius.

Por su formación científica y gran pasión por la naturaleza, las plantas y los animales, fue designado por Felipe II para encabezar una expedición científica. A muchos extraña este oscuro monarca patrocinase y financiase una expedición al territorio de Nueva España, pero así fue, aportando 60.000 ducados, al cambio unos 10M€ actuales, una cantidad muy pero que muy respetable para la época.

La expedición se inició en agosto de 1571, mismo año de la memorable Batalla de Lepanto, pero en octubre. La monarquía hispánica tenía expertos y recursos para múltiples tareas y responsabilidades.

Desde su llegada en 1572 hasta 1577 realizó estudios arqueológicos, botánicos, geográficos y a su regreso presentó una compilación de los hallazgos, creo una plantación en el Alcázar de Sevilla con semillas y plantas traídas de México y editó su trabajo en varios tomos que se conservaron en la Biblioteca del Escorial.

Además, escribió varias reseñas sobre las floras de Canarias, Santo Domingo y La Habana, aunque no llegó a ver su obra publicada por completo. Felipe II encargó al Napolitano Nardi Antonio Recchi una versión abreviada de la obra.

Falleció de disentería, contraída en sus viajes, en Madrid el 28 de enero de 1587, siendo enterrado en la iglesia de la Santa Cruz, que sufrió un incendio destruyendo su tumba en el altar de san Cosme y san Damián, así como la Biblioteca del Escorial, malográndose gran parte de su memoria, aunque alguna planta de las descritas por él recibió su nombre como homenaje.

Solo el esfuerzo de Francisco Ximénez en una recopilación y de Casimiro Gómez permitieron recuperar una parte de este esfuerzo titánico de hombres del Renacimiento, intrépidos exploradores que la mala fortuna y la mala memoria han dejado apartados en un rincón de nuestra historia de hombres ilustres.

En sus obras destacan sobremanera la farmacognosia herbórea que describe siguiendo el patrón de Dioscórides, médico, farmacólogo y botánico de la antigua Grecia, que practicó la medicina en Roma.

En muchos de ellos, como no podía ser de otra manera, encontramos la referencia a la utilidad de infinidad de estos remedios tradicionales para el tratamiento del dolor.

Muchos de los hechos de la colonización de los españoles de América pueden discutirse, incluso ser reprobables, desde nuestro punto de vista actual. Pero muchos otros fueron, sin duda, ejemplo de investigación y conocimiento que demostraron que había un interés científico y cultural, más allá del puramente crematístico.

Nuestro sincero homenaje, fruto de una conversación entre compañeros de licenciatura y nuestra petición para indagar y reivindicar a personas que trabajaron en pro del conocimiento, mucho antes de la invención del concepto de Ciencia, con métodos rigurosos que podrían haber firmado reputados científicos como Newton, Leriche, Fleming o Bonica.

https://bibdigital.rjb.csic.es/medias/d1/26/aa/cd/d126aacd-9e61-4f12-a3f2-778837409ef1/files/XIM_Quatr_Libr_Nat.pdf

Publicado por Dr. Alfonso Vidal

Director de las Unidades del Dolor del Hospital LA LUZ (Madrid) y del Hospital SUR (Alcorcón, Madrid). Grupo QUIRÓNSALUD Profesor de Dolor en la Univ. Complutense Madrileña

Únete a la conversación

1 comentario

Dejar un comentario

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: