En nuestro mundo tecnificado, superpoblado y social siguen siendo necesarios expertos, técnicos en una materia capaces de desarrollar una actividad con conocimiento y habilidad, sea esta cual fuere.
Pese al progreso de la tecnología que lo inunda todo, detrás de un aparato o una aplicación hay un desarrollador, mantenedor o responsable que tiene que debe solventar las contingencias imprevistas e incluso preparar actualizaciones. Hasta que la inteligencia artificial llegue, siguen siendo personas las responsables de esas acciones.

Sin embargo, el conocimiento técnico solo no es suficiente y se hace necesaria la capacidad de difundirlo de una forma adecuada, con un priorización entre lo principal y lo secundario, con respeto a los valores humanos éticos y sociales, con las necesarias implicaciones de otros elementos de esa sociedad y con una retroalimentación que permita el aprendizaje, la autocrítica y señale la responsabilidad de cada uno. Todo esto son las llamadas “competencias transversales”.

Estas competencias no técnicas vienen siendo objeto de estudio, análisis y entrenamiento en el ámbito de la anestesia con la designación inglesa “Anesthesia non technical skills” (ANTS=Hormigas).

Las hormigas, vaya por delante, son unos animales fascinantes, capaces de actuar como uno sólo en situaciones concretas, pero con una plena conciencia individual, quizá no tengan pensamiento abstracto, ni espíritu crítico, quizá no escriban poesía, pero son capaces de desarrollar tareas complejas con el objetivo común de la preservación de su especie de una forma admirable y que ha sido objeto de estudio y de relatos literarios o de ficción.



En los cursos de soporte vital de la SEDAR y SRC en los que venimos trabajando desde hace bastante tiempo venimos insistiendo en la necesidad de desarrollar esas competencias. La clave de una respuesta correcta frente a una situación de crisis como una parada cardiaca desde luego es la detección precoz.


Ante una persona que no responde o no respira, que está en parada cardiaca o muy muy próximo a ella, se deben activar los mecanismos de emergencia, solicitar un desfibrilador e iniciar compresiones torácicas correctas en localización, frecuencia e intensidad, porque el corazón, cuando deja de funcionar bien, tiene muchas posibilidades de recuperarse si se reactiva precozmente a través de compresiones inmediatas y desfibrilación precoz.

La actuación ante una parada cardiaca requiere de la participación de varias personas que deben trabajar en equipo, colaborar en las maniobras, todas ellas coordinadas por un elemento de referencia que dirija la respuesta ante dicha parada.
Precisa de una comunicación estructurada y completa sobre las tareas a realizar, la manera de hacerlas y las personas que participan.

Requiere un respeto exquisito a las referencias éticas en función de las características de cada paciente y situación. En ocasiones se deben redoblar los esfuerzos y en otras cesar cuando la severidad o falta de respuesta hacen imposible revertir la parada.
La toma de decisiones basadas en evidencia científica, en las recomendaciones de los comités de expertos, nos van a ayudar pero al final detrás de cada decisión habrá una persona como nosotros y detrás de cada paciente, habrá otro ser humano idéntico también.

El entrenamiento simulado de las situaciones, la coordinación de instructores experimentados y la repetición una y otra vez es el único camino.
No solo ensayamos las maniobras de reanimación: ensayamos la manera de prevenir una parada, de evaluar a una víctima, de diagnosticar una arritmia y revertirla o de cesar unas maniobras ineficaces.
Por último, la atención y seguimiento que debe tenerse a todas las personas que han sufrido un colapso. Muchas veces tras una parada y unas maniobras exitosas vuelve a recaer el paciente y, si no estamos atentos, esa segunda recaída puede ser definitiva.