LA NAVAJA DE OCKHAM

La navaja de Ockham o Principio de Parsimonia (también llamado principio de economía) es un análisis metodológico y filosófico propuesto por Guillermo de Ockham (1280-1350) fraile franciscano, filósofo y profesor de las universidades de Oxford y Paris.

Para él la explicación más simple suele ser la más probable, cuando el resto de los considerandos son iguales: la teoría más sencilla tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja.

Pluralitas non est ponenda sine necessitate (La pluralidad no se debe postular sin necesidad).

La denominación de Navaja viene del hecho de rasurar o podar de las explicaciones o teorías los elementos superfluos o innecesarios, de ahí que tras un recorte de los mismos quede solo lo esencial. Se decía que Ockham rasuro las barbas de las teorías de Platón en el ámbito de la Iglesia.

Este principio viene empleándose de forma directa e indirecta en el ámbito del conocimiento y en particular en la ciencia, incluida la ciencia médica.

En el ámbito científico, la navaja de Ockham no se considera el único principio, ni se considera un principio irrefutable. «La explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no necesariamente la verdadera», postula Ockham. En muchas ocasiones, la opción más compleja puede ser la acertada.

Lo que recalca el principio es que frente a condiciones iguales la explicación de preferencia sea la más simple. En todo caso cada teoría debe tener elementos de evidencia que la apoyen, siendo de elección la más evidente y, solo en caso de igualdad de evidencia, la más simple.

La filosofía de Ockham se basa en tres grandes Principios:

  • INDIVIDUALIDAD: refiere que cada sujeto o caso deben considerarse individualmente y solo la suma de ellos aporta una visión de conjunto, pero no existen entidades universales puras. Los colectivos, naciones, asociaciones u órganos finalmente se dividen en entes individuales con su propia particularidad que debe tenerse en cuenta a la hora de valorar los colectivos.
  • OMNIPOTENCIA que hace referencia a Dios y a la explicación de la creación, la razón por la que Dios plantea un Universo así es por su voluntad, por eso deshecha las pruebas de la existencia de Dios planteadas por los clásicos y por el Papa, lo que le acarrea una reprobación en Oxford y una posible condena tras examinar sus teorías en Avignón durante cuatro años emitida por el pontífice.
  • ECONOMIA O PARSIMONIA, es el que ya hemos comentado, la explicación más simple es la más probable a falta de otras evidencias.

Hay por tanto una reivindicación incipiente a la inteligencia, y a la indagación y a la razón, anticipo de lo que será el renacimiento.

Algunos han querido encontrar a Ockham en Guillermo de Baskerville, el personaje de Humberto Eco en El Nombre de La Rosa: franciscano, nominalista y enfrentado a la Curia y a los dominicos en un momento crítico de la Iglesia. La realidad y la ficción de nuevo se confunden.

En la biografía de Ockham destaca su vinculación desde muy joven a la Orden Franciscana recibiendo formación en el convento de esta orden de Londres y, posteriormente, en Oxford, donde escribió la mayoría de las obras filosóficas y teológicas de su bibliografía.

Enseñó en la Universidad de París, siendo tutor del filósofo escolástico francés Jean Buridan (el del famoso “asno” muerto de hambre por no poder elegir entre dos montones de alimento iguales y equidistantes), aunque luego, cerca de 1340, tendrán divergencias en sus opiniones, que le granjean la reprobación de la Curia Papal.

Fue convocado a Avignón en 1324 por el Papa Juan XXII y acusado de herejía, pasó cuatro años de arresto domiciliario mientras sus enseñanzas y escritos eran analizados en detalle. Existen datos de que podría haber sido convocado realmente en el 1327 ante el Papa para responder por los cargos presentados ante una comisión de expertos y realmente no hubo sanción o arresto.

En 1328, a instancias de Miguel de Cesena, dirigente de la Orden franciscana, Ockham estudió la controversia entre los franciscanos y el papado sobre la doctrina de la pobreza apostólica, argumentario principal para la orden franciscana, pero que era considerada dudosa y posiblemente herética por el papado y los dominicos. Ockham se adhirió al movimiento de los espirituales y concluyó que el Papa Juan XXII era un hereje, posición que defendió más tarde en su obra.

Guillermo huyó de Avignón en mayo de 1328 con el sello de la orden franciscana; se dirigió primero a Pisa y después a Baviera bajo la protección del emperador Luis IV. Ockham fue excomulgado, pero su pensamiento nunca fue oficialmente condenado.

Murió el 9 de abril de 1349 en el convento franciscano de Múnich, probablemente a causa de la peste negra. Fue rehabilitado póstumamente por la Iglesia en 1359.

¿Tiene todo esto algo que ver con nosotros, con nuestra ciencia o nuestra actualidad del siglo XXI? Da toda la impresión de que sus enseñanzas y postulados siguen vigentes, aunque desde muchas instancias se complazcan en la complejidad, tanto en las organizaciones como en las explicaciones, con enormes bolsas de ineficiencia, algo que por desgracia está de plena actualidad con la pandemia que nos afecta en nuestro País y en todo el Mundo.

No hay una única solución sin un acuerdo previo, pese a las críticas y defectos del principio, como es el caso de la física clásica y la física cuántica. La teoría más simple no explica los fenómenos completamente pese a ser más simple, por lo que se hace necesaria un explicación compleja.

Interpretando a Ockham, «lo bueno, si breve, dos veces bueno», pero debemos tener la certeza de esa bondad inicial.

Publicado por Dr. Alfonso Vidal

Director de las Unidades del Dolor del Hospital LA LUZ (Madrid) y del Hospital SUR (Alcorcón, Madrid). Grupo QUIRÓNSALUD Profesor de Dolor en la Univ. Complutense Madrileña

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1 comentario

  1. En lo que yo alcanzo a entender hay una vinculación entre Eco y Occam. No tanto en el entia non sunt multiplicanda sine necesitate como en el nominalismo. A ver si la expongo sin enturbiar. El nominalista sostiene que la palabra es idéntica al concepto (o idea) de cada cosa. Pero no hay una realidad esencial que responda a tal palabra. Los nombres no dicen la realidad. Eco usa un título interesante para su novela. Lo toma prestado de Shakespeare. Concretamente de Romeo y Julieta. Y del diálogo de Julieta, mientras Romeo escucha al pie del balcón: – «Mi único enemigo es tu nombre. Tú eres tú, aunque seas un Montesco.¿Qué es «Montesco» ? Ni mano, ni pie, ni brazo, ni cara, ni parte del cuerpo.¡Ah, ponte otro nombre!
    ¿Qué tiene un nombre? Lo que llamamos rosa emanaría su perfume con cualquier otro nombre.» Por eso el nombre de la rosa, no habla de ella. Es mera arbitrariedad para una perspectiva nominalista.

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