La cultura griega y su mitología constituyen gran parte del armazón sobre el que hemos construido nuestra sociedad.

Esos dioses, llenos de virtudes y defectos humanos, nos enseñaron y orientaron cómo seríamos en el futuro y cómo nos explicaríamos a nosotros mismos. Sus creencias, valores y su manera de organizarse, nos han mostrado el camino que posteriormente hemos seguido, no sólo en la cuenca mediterránea, sino en todo Occidente y luego en todo el mundo.

La democracia, la filosofía, el primer pensamiento científico, pero también la trascendencia, el más allá y la manera en la que los vivos pasaban al otro lado.

La mitología hablaba de una laguna que separaba el mundo de los vivos del más allá y en ella el barquero Caronte, junto con su mascota Cancerbero, pedían como el precio el Óbolo para cruzar al otro lado.

En esta época oscura que hemos vivido, que todavía estamos viviendo, hemos sido más conscientes que nunca de lo endeble que es nuestra naturaleza y del inexorable final de nuestra vida y de nuestro cuerpo.

Ese infierno en vida que ha sido la pandemia para muchos, los ha llevado a reencontrarse con sus ancestros, unirse a la Tierra o simplemente pasar a ser parte de nuestro recuerdo perpetuo.

Los terribles momentos en los que la soledad, la enfermedad, la insuficiencia de medios, nos han hecho encontrar a las personas solas, sin compañía, sin apoyo, sin una mano amiga, sin una palabra de cariño, abocados a la soledad eterna, comenzándola en vida.

La duda de qué habrá después de la muerte sigue aterrándonos. Los griegos pensaban que las almas puras irían a disfrutar de los Campos Elíseos, no los de París, sino un poquito más lejos, pero igualmente bien acondicionados y confortables para la habitabilidad

El resto iba al Hades reino de una cierta penumbra, donde las almas quedaban confinadas y de donde sólo algunos conseguían escapar, algunos elegidos, favoritos de los dioses.

Nosotros, como médicos dedicados al tratamiento del dolor, nos hemos encontrado en muchas ocasiones en la tesitura de actuar como ese barquero, tratando de aliviar el tránsito desde una vida hacia la otra.

No es una tarea sencilla y muchas personas no estaban preparadas. Solo los viajeros que tienen claro su recorrido realizan el viaje. Todos necesitamos ayuda en muchas ocasiones o de forma continua para entender nuestra vida, para realizar nuestras actividades y explicar a otros cuáles son sus expectativas vitales.

La manera en la que unos y otros afrontamos nuestros últimos momentos depende de nuestra cultura, de nuestra educación, de nuestros valores, pero todos necesitamos compañía, explicaciones y, muchas veces, un tratamiento.

Aunque la muerte forma parte de la vida, pues no es sino su otra cara, para todos es difícil asumir la existencia del otro lado y la razones por las que necesariamente vamos a viajar a esa “nueva realidad”.

Los indicios que tenemos de ese otro lugar son revelaciones de una realidad o evidencia escasa, no tenemos certeza de nadie que haya vuelto del otro lado para explicarnos lo que es y esto lógicamente nos genera incertidumbre.

Diríamos que, a falta de evidencia tenemos que conformarnos con esta vida que conocemos y por tanto debemos cuidarla y hacerla lo más llevadera posible para cada uno de nosotros y para los demás. Dejemos que el barquero nos espere y mientras tanto disfrutemos de la vida. Os invito a que lo hagáis en las próximas semanas. Nos veremos a la vuelta de vacaciones ¡Feliz descanso!

Publicado por Dr. Alfonso Vidal

Director de las Unidades del Dolor del Hospital LA LUZ (Madrid) y del Hospital SUR (Alcorcón, Madrid). Grupo QUIRÓNSALUD Profesor de Dolor en la Univ. Complutense Madrileña

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