Tras el periodo más raro de la reciente historia de la humanidad, en la que debido a una enfermedad nueva, altamente contagiosa y con una morbimortalidad muy importante, provocada por un virus que se enlaza a las células inyectando su ARN y haciendo que la célula enferma lo replique para así perpetuarse, es hora de regresar a dolor.

Es curioso que los virus, seres súper endebles, prácticamente inertes, microscópicos y que precisan de otros para existir y replicarse, puedan dar lugar a una afectación tan intensa y extensiva de la especie humana.

No toda la responsabilidad ni el mérito dependen del virus, que tampoco tiene intención o voluntad, que sepamos. Son las circunstancias concatenadas las que han dado lugar a una diseminación planetaria, así como la falta de previsión y diligencia de los responsables a la hora de valorar los avisos que parecían existir.

Toda la sociedad merece una explicación fundada, sosegada, basada en la razonable evidencia científica que nos permita, al conocer lo sucedido, afrontar nuevas oleadas de esta y otras amenazas.

Lo que también se hace necesario es reconstruir nuestro modo de vida. Salir de nuestro confinamiento de forma prudente, aplicando las medidas de control, seguridad, protección, pero intentando restablecer nuestra actividad, nuestros servicios, la dignidad y respeto a los que se fueron, pero sobre todo a los que se quedan.

En el ámbito de la Anestesiología, Reanimación y Tratamiento del Dolor, nos cabe el enorme orgullo de haber estado a la altura de los desafíos: soportando la atención critica en la mayoría de los hospitales de España a costa de cancelar la actividad quirúrgica programada; anestesiando a los pacientes infectados o no con necesidad de cirugía urgente en situaciones y escenarios extremadamente enrevesados; atendiendo igualmente los postoperatorios complejos y muchísimos de los pacientes críticos no postoperatorios que han rebosado todos los espacios de atención especializada del país…

Por último, manteniendo el seguimiento y atención de los pacientes con dolor crónico, sometidos a encierro y aislamiento, y a una pérdida de rutinas de actividad que son imprescindibles para preservar la salud y la función de pacientes con enfermedades incapacitantes y con severidad de dolor muy importante.
El dolor crónico no ha desaparecido en este periodo, solo se ha confinado, restringiendo la posibilidad de queja y atención.
Por ello es necesario regresar, pedir un esfuerzo de dedicación a los profesionales y a los responsables para facilitar la atención y acortar al máximo las más que seguras esperas, pero tengan por seguro que no ha sido por voluntad nuestra, sino fruto de las circunstancias de fuerza mayor.
Dotar de elementos de organización que eviten aglomeraciones, con espacios específicos y nuevas maneras de distribuir los horarios y la consulta telemática, son los elementos incorporados a lo que se está llamando nueva normalidad.

Debemos fluir por la nueva normalidad hasta alcanzar la antigua cotidianeidad que, hoy por hoy, se nos antoja aún lejana.
Los abrazos que tenemos en el tintero, las sonrisas tornasoladas por las máscaras, las fragancias de la primavera contaminadas por los geles antisépticos hidroalcohólicos… son parte del peaje que aún nos queda por pagar para pasar a la siguiente pantalla de este videojuego en el que se ha convertido nuestra vida, cada vez más vivida por interacción digital, donde las experiencias son digitales y los contactos telemáticos ¡Bienvenidos de nuevo a dolor!

Unidades de dolor como las de nuestro equipo, ya reciben y atienden, siguiendo todos los protocolos de higiene y seguridad, a los pacientes que lo precisen, a los antiguos y a los nuevos.
Esperamos estar a la altura del desafío, compartiendo conocimiento, experiencia, pero también comprensión, proximidad y empatía, como ya lo hacíamos antes, como siempre, en los tiempos que ahora parecen lejanos de la normal normalidad.