En la salud, en la ciencia, en la investigación y en todos los ámbitos de la vida existen aspectos positivos y negativos. Nuestra especie es capaz de todo: de esfuerzos inconmensurables por preservar la vida y de los sistemas más catastróficos para destruirla.

Muchas veces la investigación tiene como finalidad desarrollar herramientas para la resolución de problemas comunes y generales, que posteriormente se emplean con fines mucho menos edificantes.

Imagino la cara de investigadores como Nobel, Einstein u Oppenheimer, afectados, con un rictus de perplejidad y dolor semejante al del doctor Frankenstein, al ver cómo su obra admirable y titánica, se convierte en un monstruo, en un instrumento de destrucción y muerte.

Probablemente, nuestra naturaleza conlleve este aspecto, aunque no necesariamente tiene que ser el que se imponga, al menos esta es la convicción que tenemos los románticos, ilusos que seguimos creyendo en el ser humano.

Los laboratorios farmacéuticos y químicos vienen trabajando desde hace décadas en la resolución de los problemas de salud de los seres humanos. Actualmente existen infinidad de líneas de investigación que pretenden mejorar la vida y la salud en todos sus aspectos, el hecho de que una línea de investigación, progrese o no, muchas veces depende del interés, la tenacidad de los investigadores y de los financiadores, y en otros casos del puro azar.

La compañía CIBA desarrolló en los años 50 del siglo pasado una serie de derivados opioides sintéticos que pretendían revertir, como otras sustancias relacionadas, el dolor. De ahí surgieron una serie de derivados denominados opioides bencilimidazoles, agrupados en una familia genérica los Nitazenos.

Estas sustancias opioides por su estructura y por su interacción sobre receptores específicos, tenían un perfil farmacológico muy variado, desde muy poco analgésicos, como el metodesnitazeno, muy poco potentes, hasta potencias extremas, multiplicando su potencia a 1000 veces más que la morfina como podría ser alguno de los derivados del etonitazeno.

Su estructura molecular se relacionaba y se relaciona con sustancias como el fentanilo o la oxicodona empleados de forma habitual en el tratamiento del dolor y como es conocido también en entornos “recreativos/adictivos” como sustancias de abuso.

Sin embargo, la tozuda realidad vuelve nuevamente a imponerse, y estas sustancias vuelven al primer plano de la actualidad, no tanto por su posible utilización médica, sino por el uso para generar drogas, mucho más baratas en grandes cantidades, y en muchos casos, indetectables por los mecanismos habituales de control de sustancias, como pueden ser los marcadores que emplean las autoridades en los controles de tráfico.

Desgraciadamente, las leyes del mercado se imponen al sentido común, y el interés económico de grupos sin escrúpulos, a la seguridad y a la preservación de la salud.

La detección en diversos análisis tóxicológicos de estas sustancias en Estados Unidos, abre aún más la incertidumbre y el riesgo de la generalización del uso de sustancias de fácil elaboración, de uso por vía oral, solas o combinadas con otras en comprimidos, casualmente de color azul.

Los opioides tienen un antagonista, la naloxona, que puede reducir o paliar los efectos de intoxicaciones o sobredosis agudas pero necesitan conocimiento y calculo adecuado de dosis. No sirven para tratar los cuadros de dependencia o síndromes de abstinencia.

El conocimiento no tiene ideología, es la utilización y puesta en práctica de esos hallazgos, la que puede tener una aprobación o una censura social.

Los analgésicos, como hemos comentado en este foro y en otros de manera reiterada, no son buenos o malos en sí mismos, lo mismo que otros instrumentos como los automóviles.

Es el conocimiento y el uso ordenado es el que permite que se conviertan en herramientas eficaces para el conjunto de la humanidad o, al contrario, en armas peligrosas.

La comunidad científica y las autoridades en primer lugar y el conjunto de la sociedad después, deben ser quienes tomen las medidas necesarias para evitar otros riesgos.

Publicado por Dr. Alfonso Vidal

Director de las Unidades del Dolor del Hospital LA LUZ (Madrid) y del Hospital SUR (Alcorcón, Madrid). Grupo QUIRÓNSALUD Profesor de Dolor en la Univ. Complutense Madrileña

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