La cultura oriental nos ha aportado infinidad de historias, explicaciones o recursos que hemos empleado en Occidente con mayor o menor fortuna.

El ejemplo de esos países nos puede servir en muchos casos para ayudarnos a entender y resolver nuestros problemas. Los problemas humanos son universales y las soluciones muchas veces son solo locales, por falta de visión general y focalización de la atención.

El hilo rojo del destino (unmei no akai ito) es una historia de la tradición japonesa, que nos explica la conexión que existe entre las personas. Supuestamente, un hilo rojo comunica a las personas que tienen cosas en común, sintonía.

Cosas que en muchos casos permiten que se mantengan unidos a pesar de la distancia, a pesar de que sus vidas transcurran por caminos distintos manteniendo un vínculo invisible, casi mágico.

Este hilo en algún momento todos lo hemos sentido es el que mantiene la sintonía con los amigos. A pesar de estar distantes, con los familiares o compañeros que se encuentran lejanos o próximos en el espacio pero distantes en el día a día y que siguen vibrando con la misma frecuencia y longitud de onda, haciendo que sus preferencias y actitudes sigan siendo las mismas.

Si esto lo podemos encontrar en las relaciones personales, también sucede en el terreno profesional, donde muchas veces encontramos a personas, compañeros, que desempeñan su trabajo con la misma actitud e intención, cuando afrontan la atención a sus pacientes, con interés, con dedicación, con compromiso personal, muchas veces al margen de contratos o competencias.

A pesar de que la vida genere nudos o enredos en ese hilo rojo y que, aparentemente, el vínculo pudiera desaparecer, la conexión está vigente y este hilo mágico es imposible de romper.

La relación que nos une con nuestros pacientes y con estos compañeros también es un hilo rojo que, no solamente nos mantiene unidos, sino que nos hace percibir las circunstancias de cada uno.

Podríamos identificar esa unión con la trama del sistema nervioso, un entrelazado complejo en el que las conexiones comunican el dedo gordo del pie con el ojo del lado contrario y que hacen que el conjunto de percepciones y de experiencias influyan en el resto del sistema y que Cajal definió y dibujó hace más de cien años.

Con una interpretación absolutamente personal de esta historia, creo que estos hilos rojos también los podemos crear y tejer de nuevas, haciendo que nuestra interacción sea cada vez más rica y más compleja, así que desde aquí animo a hilanderas e hilanderos, aficionados o profesionales a tejer sin parar una red de ayuda y de apoyo en todos los problemas y, en particular, en los de la salud.

Publicado por Dr. Alfonso Vidal

Director de las Unidades del Dolor del Hospital LA LUZ (Madrid) y del Hospital SUR (Alcorcón, Madrid). Grupo QUIRÓNSALUD Profesor de Dolor en la Univ. Complutense Madrileña

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