La columna vertebral, denominada así en clara referencia a las estructuras arquitectónicas que soportan no solo los edificios, sino en gran medida nuestras creencias y nuestra cultura, es una estructura enormemente compleja.

Y digo que es una estructura compleja porque está constituida por multitud de piezas que encajan de una forma armónica con una función, no solamente de soporte, sino de coordinación del movimiento.
Su misión fundamental en el diseño primigenio de los mamíferos cuadrúpedos, sirviendo para proteger las estructuras nerviosas nobles de la médula y sus raíces finales, la cola de caballo.

Sin embargo, como ya hemos comentado en otras ocasiones, el azar, la necesidad y quizá otras fuerzas, convirtieron ese mamífero cuadrúpedo en un homo erectus, pasando la columna de tener una función protectora, a tener otra igualmente importante de soporte de nuestra estructura orgánica. El auparnos a dos patas sobre la sabana africana tuvo efectos sobre nuestra posición en el ecosistema y, también, en la física vertebral.

Este edificio que somos nosotros, se sustenta sobre esa piedra angular que es la columna vertebral, recibiendo todo el desgaste y el sufrimiento relacionado con la vida diaria y sus circunstancias, soportando también los impactos y traumatismos que muchas veces nos acompañan.
Denominamos aplastamiento vertebral a la fractura sin desplazamiento del cuerpo vertebral, que sufre una reducción en altura de un 10 al 20 %, reducciones menores probablemente generen sintomatología, pero no se puedan apreciar en imágenes radiológicas con nitidez.

Los aplastamientos suelen ser secundarios, sobre todo a traumatismos, muchas veces en el contexto de una alteración del metabolismo óseo especialmente la osteoporosis, pero también se pueden producir por infecciones o por neoplasias. En nuestro contexto, la osteoporosis es la primera causa de aparición de estos aplastamientos.
La osteoporosis es una alteración severa del metabolismo con una pérdida progresiva de la matriz ósea calcificada, lo que da lugar a unas vértebras progresivamente endebles.
Las fracturas relacionadas con la osteoporosis se pueden producir en cualquier hueso, pero, por la implicación que hemos comentado en el sostén del cuerpo, las fracturas y aplastamientos vertebrales, son de las más frecuentes, especialmente en la región dorsal y en la lumbar.
Desgraciadamente es frecuente encontrar personas de edad avanzada, sobre todo mujeres, con una carga progresiva de la espalda relacionada con acuñamientos vertebrales.

Este proceso se puede y se debe tratar precozmente, primero con medidas físicas, evitando movimientos y cargas, es decir, tratamientos diríamos físicos, y también con estrategias terapéuticas farmacológicos (químicos) que progresivamente van ganando protagonismo por su gran utilidad.
De otro lado, las fracturas vertebrales por diseminación metastásica, tienen un enorme protagonismo sobre todo en patologías de próstata, mama, riñón, pulmón y también en neoplasias hematológicas, como el mieloma múltiple.

La presencia de un aplastamiento nos debe de poner en alerta, para descartar tanto los cuadros metabólicos como los neoplásicos y comenzar las medidas terapéuticas.
Un aplastamiento suele debutar sintomáticamente con un cuadro de dolor muy intenso, relacionado o no con un traumatismo más o menos severo. Los huesos y el periostio están ricamente inervados, por lo que el dolor es muy intenso e incapacitante para casi cualquier movimiento, para la bipedestación, para la respiración y para cualquier gesto que precise un mínimo esfuerzo.
Mientras que el dolor en las fracturas osteoporóticas tiende a remitir con el tiempo (semanas o meses), el dolor de las fracturas relacionadas con las neoplasias suele ir en aumento, factor que pueden orientarnos a completar el diagnóstico.
Las imágenes radiológicas, tomográficas, gammagrafías o de resonancia magnética, también nos indicarán la localización y severidad.
Una factura relacionada con un cáncer es una parte más de la sintomatología de esa enfermedad y precisa tratamiento integral del tumor, aunque medidas específicas como analgésicos antiinflamatorios y, en algunos casos, radioterapia pueden ser de enorme utilidad sintomática.
Las fracturas osteoporóticas suelen responder a la inmovilización relativa con corsé a la analgesia y ocasionalmente, precisan, igualmente analgésicos intensos, bloqueos analgésicos de varios tipos, incluso cementoplastias.


Como siempre el mejor tratamiento es la prevención: la alimentación, el ejercicio, la ergonomía, en última instancia el estilo de vida, nos puede ayudar a reducir la incidencia y la severidad de estas complicaciones, y el tratamiento precoz, a evitar una sintomatología que puede hacerse insufrible.