El dolor lumbar es uno de los más prevalentes en nuestra sociedad, es fruto de la conjunción de toda una serie de factores etiológicos. El diseño del ser humano como el resto de mamíferos cuadrúpedos está perfeccionado para deambular a cuatro patas con los órganos principales del cuerpo protegidos por un armazón óseo y con escasa repercusión de fuerza sobre la columna vertebral.

La bipedestación que se ha empleado para explicar el desarrollo del ser humano en las sabanas africanas, elevándose sobre los arbustos, la capacidad prensil de las manos para liberar la presión de la mandíbula en el cráneo, etc., han servido para explicar el desarrollo del cerebro, de sus áreas de visión, coordinación y elaboración de la información para la predicción de los acontecimientos, memoria, inteligencia, emoción, en suma, lo que somos o pretendemos ser.
Pero ponernos a dos patas tuvo el alto coste de un cambio en la física del cuerpo, modificación de la localización del centro de gravedad, aumento exponencial de la presión sobre algunas estructuras pensadas para mejorar la movilidad, pero no para soportar enormes presiones. Estas estructuras entre otras son los discos vertebrales.

Los discos vertebrales son una especie de amortiguadores, cojinetes flexibles, con una parte externa elástica (el anillo fibroso) y una central gelatinosa (el núcleo pulposo). El disco está compuesto por agua, una matriz de proteoglicanos y colágeno en regeneración constante, responsable de absorber y dispersar las fuerzas axiales, de rotación, flexión o extensión.
Los discos serían una especie de neumáticos rellenos de un gel en vez de aire, que dan flexibilidad y estabilidad al tiempo a las uniones entre cada vertebra. Si estos cojinetes se dañan, se resecan o se desestructuran, el espacio entre vértebras se estrecha y afecta a la movilidad y a las estructuras vecinas, nervios raquídeos, articulaciones vertebrales y musculatura paravertebral, produciendo dolor intenso, localizado e irradiado al área afecta.

Cuando se presenta esta patología debemos iniciar tratamientos basados en la revisión del estilo de vida, higiene postural y mejora del tono muscular abdominal, tratamiento farmacológico y si es preciso tratamiento intervencionista circunscrito al área afecta.
Los tratamientos encaminados al alivio del dolor discogénico pueden ser: terapias electrotermales y con radiofrecuencia intradiscales, ablación de inervación de las ramas comunicantes, discolisis empleando preparados específicos tipo gel, ozono o azul de metileno.

La discolisis consiste en la punción en el centro del disco, en el núcleo pulposo, con una aguja que administre agentes terapéuticos químicos: antiinflamatorios, fibrinolíticos o físicos: calor o electricidad, y que esto dé lugar a una reducción del volumen y de las hernias, protusiones o discopatías dolorosas.
En pacientes con dolor discogénico, que no han respondido a tratamiento conservador con una protrusión no complicada, sin migración, o en quienes que rechazan una intervención más agresiva, podemos probar este tratamiento.

Con el paciente tumbado en decúbito prono y arco de rayos para control de imagen, podemos acceder al disco con una aguja lo bastante larga, accediendo de forma oblicua por delante de las articulaciones facetarias del nivel correspondiente.

Localizado el disco, la punción debe ser limpia, obteniéndose una respuesta dolorosa a la inyección y, tras inyectar contraste para conformar el éxito de la punción, debemos emplear el agente o técnica terapéutica de forma cuidadosa.

El paciente puede regresar a casa tras un breve periodo de monitorización de ausencia de complicaciones.

El resultado es palpable a partir de unas semanas, pudiendo ser doloroso en los primeros días y presentar complicaciones infecciosas o irritación del nervio raquídeo colindante. El uso de profilaxis antibiótica, control de imagen y analgesia concomitante minimizan los inconvenientes.
Las técnicas intervencionistas son un segundo escalón en el tratamiento del dolor, a medio camino entre las medidas higiénicas, el tratamiento conservador y el quirúrgico. Ni son la panacea, ni están exentas de riesgo, pero nos ofrecen respuesta a pacientes que no la encuentran con otros tratamientos.
Hola, qué tal. Mi nombre es Rigoberto Ríos y soy médico, estoy interesado en un diplomado en manejo intervencionista del dolor. Me interesa mucho el tema. Estoy cursando la residencia en tercer grado y me gustaría adquirir más conocimientos y habilidades para su manejo.
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No sé desde dónde me escribe, ni cuál sería su situación profesional. Nosotros no damos docencia en nuestro centro hospitalario.
Si vive en España y tiene permiso de trabajo, vuelva a escribire al terminar su residencia y quizá encuentre acomodo en mi equipo, donde aprendería al tiempo que trabaja.
Si vive fuera de España primero tendrá que homologar su titulación a través de las oficinas diplomáticas de España en su país, así como pedir permiso de trabajo.
Un saludo cordial
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