“Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros…”

Cervantes, padre de la novela contemporánea y autor en prosa por excelencia de la literatura en castellano, en el final de su vida, cuando se publicó la segunda parte del Quijote, tuvo que publicarla, quizá con prisa, en 1615. Y ello fue debido a la aparición de una segunda parte apócrifa de su obra, escrita por un tal Alonso Fernández de Avellaneda en 1614, personaje, este último, cuya identidad aún no ha sido bien esclarecida.
Cervantes, hijo de un barbero-cirujano (categoría sanitaria menor a la de médico) que curaba, más por la mano y la experiencia, que por el conocimiento fisiológico.

La bacía que se coloca el Quijote sobre la cabeza bien pudo ser un homenaje a su padre, poniendo su recuerdo en lo más alto de su personaje, camuflado bajo la chifladura de un loco, pero seguro que la experiencia de su infancia marcó su vida y obra.
Pero si la puericia pudo influir, qué decir de las peripecias militares, buscando fortuna como buen hombre del Renacimiento que se embarca en la misión de defender el Flanco Este de su mundo frente a la amenaza de un enemigo todopoderoso que crece y afecta a los intereses de su patria con la arrogancia del que se sabe poderoso y hasta aquel momento intratable.
La Batalla de Lepanto, para nosotros un hecho memorable (que en la historia de Turquía es una de las muchas contiendas que ganaron o perdieron contra los españoles y sus aliados), marcó a aquel soldado con heridas de guerra, secuelas físicas y emocionales que le acarrearon una carta de recomendación del almirante de la Flota y el postrero cautiverio en Argel. Esta etapa duró cinco años, con cuatro intentos de fuga, muchas referencias confusas y hoy de plena actualidad por la recreación en la película de Alejandro Amenabar, que aporta tantas luces como sombras.
Muestran las crónicas de testigos y rescatadores, órdenes religiosas dedicadas a ayudar a los presos (como las modernas ONG´s), que entraban y salían de aquellos campos, abonando rescates monetarios de 500 escudos de oro, cifra no desdeñable (al cambio 1,5M€) en una sociedad en la que un soldado podía ganar alrededor de 600€.
El 19 de septiembre de 1580 el fraile trinitario Juan Gil, principal valedor, y Antón de la Bella consiguieron reunir las cantidades de las aportaciones de las hermanas de Cervantes, Leonor y Andrea, y de mercaderes y cristianos de Argel.
El episodio del cautiverio, de la pérdida de libertad y la penosidad de la experiencia en la que quizá tuvo que elegir entre sus preferencias o la supervivencia, seguro que le enseñaron más de la vida, de la salud y del dolor de lo que nosotros podamos aprender en los libros de patología. No hay mejor escuela y en esta, Don Miguel, se doctoró después de un lustro de privación de libertad, donde los intentos fallidos de fuga fueron malogrados en algún caso que otro por la traición de sus correligionarios.

El retorno a la Península y la desatención de las autoridades a sus demandas para participar en la aventura americana o algún trabajo relacionado, le abocan a un puesto de recaudador de tributos en el que quizá no dio la talla de administrador público. Finalmente, la quiebra de un banco le llevó, de nuevo, seis meses a prisión en 1597.
Fue en este segundo presidio donde consolidó su carrera literaria (ya iniciada con escaso éxito) con la idea o la escritura de su Quijote. Este hijo de su imaginación (o de la observación de su entorno, como dicen las ultimas noticias) se convirtió en alter ego de sí mismo, y le permitió expresar, sin ambages, su opinión sobre la sociedad del momento y sobre la condición humana. ¿Qué mejor manera de experimentar sentimientos o emociones que recrearla en primera persona, pero en el cuerpo de otro?
Cervantes, cuando escribió la primera parte de “El Quijote”, tenía 58 años y 10 años después, con 68, la segunda. De hecho, falleció al año siguiente de la publicación de este tomo, pudiendo conocer la repercusión de la primera, pero apenas saborear la dimensión universal de su éxito completo. Con esta edad seguro que conoció bien lo que es dolor, tanto de su mano tullida, de su cuerpo malogrado y de las privaciones de su desafortunado destino.
Nadie sabe quién otorgó descanso eterno a sus huesos, pero su enterramiento ha sido buscado tanto o más que el Santo Grial, y es que la vida nos enseña que algunos muertos no encuentran el reposo por más que estén ya convertidos en polvo, en humo, en nada.
Alonso Quijano, el Quijote, fue un hombre de 50 años, cegado por su pasión literaria, una edad importante en esa época, pero que a medida que la obra se fue desarrollando, padecía más, por los continuos achaques y desventuras. El dolor tuvo una gran participación en su obra, casi siempre después de singular combate contra el cruel destino o la dura piedra.
Le afectó a buen seguro en sus evacuaciones, (“…según me cargan los años y un mal de orina que llevo que no me deja reposar”) o llevándole dientes y muelas a boca llena, con moleduras, apaleamientos, morados…de toda índole, pero sobre todo con la sensación de pertenecer a otra época y otro orden de valores.

El Quijote se movió por un mundo dominado por los poderosos, un mundo sin escrúpulos, donde imperaban los más fuertes, y los débiles o los románticos eran humillados o apaleados sin pudor. Un mundo que recuerda mucho al nuestro y al de siempre, aunque hay que afirmar que este mundo nuestro es el mejor que se ha conocido, en cuanto a conocimiento, salud, justicia, equidad, todo esto en una parte importante de las naciones, que no en todas ni en todas las ocasiones.
Alonso y Sancho, dos caras de una sola moneda, afrontan con la misma tenacidad sus diversos afanes, uno desde la prudencia y la sensatez, otro desde el ímpetu desatado, pero los dos dispuestos a completar las aventuras.

La palabra dibuja la imagen, como en todas las obras literarias, recreando los paisajes y los hechos. Si estudiamos la manera de percibir nuestras sensaciones, el dolor tiene una fase inicial de localización en las áreas relacionadas con la percepción, para perpetuarse en las áreas relacionadas con las emociones y las expectativas, muy relacionado con el lenguaje y el valor simbólico que otorgamos al mismo.
Nuestro pensamiento está hecho de palabras y no sólo nos duele como nos han enseñado (percepción y comportamiento), sino que nos duele en nuestro propio idioma: sujeto y predicado, escribiendo de izquierda a derecha, con los adjetivos después de los sustantivos, y no al revés.
Así el dolor se vuelve algo realmente subjetivo, inabarcable, menos preciso, más intermitente y punzante cuando faltan adjetivos. Las estadísticas y sus iluminados intérpretes dicen que a los que tienen más cultura “les duele mejor”, que responden mejor al tratamiento. Quizá habrá que leer más para aliviar el dolor del mundo.
“Cervantes, su vida y obras son fruto de la experiencia de un hombre mortificado en el final de una vida llena de pesadumbre, de experiencias de cautiverio y penosidad, dentro y fuera de su país. Emocionado de la expectativa de futuro de su juventud y de una civilización pujante, pero hastiado de una sociedad llena de injusticias solo tolerable desde la visión de un iluso caballero andante”.

El escritor Juan Goytisolo se pronunció así al recoger el premio Cervantes, “como diría el Quijote si anduviera redivivo en nuestros días. Creo que cosas no muy distintas, en vez de molinos quizá elegiría alguno de los rascacielos símbolo del poder actual (y por lo que vamos sabiendo quizá de la falta de escrúpulos de los grandes administradores de la economía global) pero muchas de sus cuitas siguen vigentes”.
Esperemos que Sancho Panza se presente a las elecciones y nos permita elegir a un gobernante sensato, no sujeto a otros intereses que la justicia y la honestidad y que la “Pen-Insula I- Beriataria 3.0” reconduzca el destino de todos sus habitantes.

Somos hijos de nuestra cultura y de nuestro ADN. Nuestro destino está muy perfilado, aunque no escrito del todo. El azar y el esfuerzo probablemente sean los otros actores de la vida. Como dice nuestro autor y bien resume su filosofía de vida «…podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo, será imposible».


Una última reflexión encontrada por azar en el baúl de las redes sociales como el Manuscrito de Cide Hamete Benengeli, personaje ficticio creado por Cervantes. Algunos historiadores encuentran dos referencias distintas de Don Miguel, según las cuales pudo ser condecorado e indemnizado en el hospital de Messina donde se recuperaba. Lo fue de forma distinta, como está registrado en el Archivo General de Simancas tras participar en la Batalla de Lepanto, lo que se añade a las dos partidas de bautismo de Alcázar de San Juan y Alcalá de Henares.

¿Quién nos dice que no fueron dos Cervantes distintos los que coexistieron y, juntos o por separado, redactaron las obras que atribuimos a una persona?, ¿o que uno de ellos recopiló y difundió las historias de ambos, como si hubiera sido solo uno?, Quizá otros intereses perpetuaran las historias de ambos para consolidarlos en una sola figura, acrecentando la fama de un escritor como figura literaria, aunque en el fondo hubieran sido dos. ¡Quién sabe!
Sea como fuere, la experiencia de uno o de dos nos sirve de ejemplo de vida y de disfrute literario.

Me ha encantado!! Es triste que nos estén ninguneando unos cuantos a los que sólo les preocupa figurar, tienen ansia de poder, y llenarse los bolsillos.
Con las personas tan formadas y sobre todo con principios, y que a lo mejor su mayor objetivo no creo que sea lucrarse. Tienen su vida solucionada y son felices con lo que hacen y quieren compartir ese conocimiento para facilitar la vida al resto.
Sentir que no existe justicia y que los medios son solo para algunos es triste.
Ser D. Quijotes en un Estado de Bienestar….
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Gracias por su lectura, así como por su interesante comentario. Estas cosas dan sentido al esfuerzo por escribir estos contenidos. Saludo cordial.
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