Existe en España una tradición cultural religiosa entre los cristianos, donde los más fieles creyentes y devotos transportan las imágenes de figuras de su adscripción religiosa, relacionadas con los momentos esenciales de los misterios de dicha fe.

La Semana Santa española, famosa en todo el mundo, fusiona una representación cultural y estética a un tiempo con la tradición y el fervor religioso, que no siempre se entiende ni comparte fuera de nuestras fronteras y que a veces sufre interpretaciones tergiversadas en otros países con otras culturas, ritos y tradiciones.

Los pasos de semana Santa son representaciones en tres dimensiones de la pasión, muerte y resurrección del Mesías, imaginería tallada en madera policromada y lujosamente ornamentada de telas, terciopelos, gasas, tules, pedrería, etc., verdaderas filigranas de diseño con una impronta artística inigualable, anticipo de las pasarelas de las colecciones de diseñadores de moda o de las representaciones en tres dimensiones.

Convierten la fe en una explosión de imágenes que traen a nuestro tiempo figuras casi vivas con el realismo y el dramatismo que se le supone a momentos de gran emoción y dolor. Es como asistir en directo a la recreación de los acontecimientos históricos de la Pasión.

Mientras el pueblo y los curiosos contemplan estas maravillas de la escultura y de la imaginería de los santos, una tropa comprometida de voluntarios se encarga de darles movimiento y vida.

Los Pasos, algunos de más de 3000 kilos, son llevados a hombros por cuadrillas de casi 50 hombres, que llevan a sus espaldas, de buen grado, el peso de la representación y al tiempo, su compromiso con la fe.

Este esfuerzo generoso, en cuanto a tiempo y energía, no está exento de consecuencias. Quizá la más importante es la satisfacción íntima de contribuir a la preservación de la tradiciones, quizá un puesto destacada en el mas allá por su devoción y dedicación, aunque probablemente también las vértebras, las costillas, las rodillas y los músculos de esos abnegados porteadores también tengan que pagar los “aranceles” del esfuerzo.

Los “costaleros”, que así se llaman, lo son por voluntad, y también por selección de la hermandad. Suelen ser hombres, alrededor de la tercera década de la vida. Su número puede llegar a 50 por cuadrilla, que suele ser necesario duplicar para turnarse y poder soportar el esfuerzo de un desplazamiento de tanto peso y tanta distancia, de ahí la selección de esos voluntarios que tienen que transportar una carga de 30 kilos/persona durante varios kilómetros, superando escalones, desniveles, empedrados o pasos inferiores.

Toda la celebración puede durar varias horas y necesita no sólo voluntad, sino entrenamiento físico, por lo que los gimnasios de las zonas con esa tradición están repletos de personas que quieren mejorar su condición física para un momento tan excelso.

No puede sorprender que incluso existan empresas dedicadas al diseño, confección y mantenimiento de atuendos, refuerzos o emblemas, destinados a facilitar todo lo que la tradición pide para hacer este esfuerzo, todo tipo de cinturilla, riñonera, costales y refuerzos que permiten proteger la parte alta de hombros y espalda donde se soporta el peso.

Las lesiones más características durante y a posteriori son contracturas, hernias discales o abdominales, dislocaciones, radiculopatía, patologías, todas ellas relacionadas con el esfuerzo y sobreesfuerzo, como si fuera una competición deportiva, por lo que estas personas necesitan un entrenamiento y, para realizar el esfuerzo, un calentamiento, unos periodos máximos de dedicación, con reemplazo, y una recuperación posterior, porque “todo esfuerzo sin control conduce al fracaso”.

Si traigo a colación a estos costaleros es, en primer lugar, por su patología, pero también por lo que representan en nuestra sociedad los esfuerzos solidarios generosos y anónimos de muchas personas que, por convicción, realizan tareas sin esperar nada más que un mínimo reconocimiento o agradecimiento, y que se mantienen fuera de los focos de atención mediáticos. Mientras el Cristo o la Virgen se lucen en todo su esplendor, 50 cristianos sudan y aprietan los dientes para convertir en un éxito el tránsito del Paso.

En nuestra sociedad actual, muchas veces se echa en falta a gente como esta, dispuesta a ayudar, a soportar el peso de una empresa de una forma generosa y abnegada.

Por todo ello, a todos estos costaleros, además de un adecuado tratamiento preventivo y curativo, les queremos hacer este reconocimiento.

Publicado por Dr. Alfonso Vidal

Director de las Unidades del Dolor del Hospital LA LUZ (Madrid) y del Hospital SUR (Alcorcón, Madrid). Grupo QUIRÓNSALUD Profesor de Dolor en la Univ. Complutense Madrileña

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