Algunos días, simplemente siguiendo la actualidad, tenemos motivos para la reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro.

Mirando hacia el cielo y viendo que una tormenta solar ha generado espectaculares imágenes de Auroras Boreales muy lejos de las latitudes donde normalmente es posible verlas, tiñendo el cielo de colores espectaculares, nos planteamos la reflexión de simples mortales: ¿cómo sobreponernos a nuestra pequeñez e insignificancia en el mundo donde vivimos?

La inquietud y la búsqueda de soluciones a nuestros problemas han llevado a los investigadores del mundo interior a desentrañar los misterios del cuerpo y su funcionamiento, escrutando con microscopios y sesudos procedimientos de análisis, la sofisticada maquinaria de nuestra fisiología.

A otros investigadores, inquietos exploradores del mundo exterior en el que estamos incluidos, les ha llevado a recorrer todos los rincones del planeta, océanos, montañas o polos geográficos hasta el infinito y más allá.
Un fiel reflejo de este deseo es el nombre con el que se han bautizado las empresas y las naves que han recorrido esos ignotos destinos. Todas ellas han recibido nombres simbólicos, como alegoría de sus cualidades o de los deseos que tenían al emprender sus singladuras.

Algunas haciendo referencia a santos o a las dimensiones, como las tres carabelas del descubrimiento de América: la Pinta, la Niña y la Santa María; a la vocación de éxito, como el Victory de Nelson; el deseo de búsqueda e de emprendimiento como el Beagle o el Endeavour de las expediciones de Darwin o Cook; la Nao Victoria de Juan Sebastián Elcano que dio la vuelta al Mundo; el Fram (adelante) de Amundsen; o el Titanic, de infausto recuerdo.

La navegación espacial ha querido seguir la estela de la tradición de homenajear hechos heroicos, dioses o ambiciosos adjetivos. Es el caso de inolvidables naves como Apolo, Challenger, Endeavor y Enterprise, nombres empleados para hablar de la magnitud de las empresas y del esfuerzo y potencia desplegados.

Incluso las de ficción Perla Negra, Nautilus, Enterprise o Halcón Milenario pretenden transmitir a los apasionados de esas ficciones el despliegue de poder y capacidad más allá de lo humanamente comprensible o imaginable.

Por eso, en días como hoy en los que una vez más conmemoramos El Día Mundial de una patología que sigue siendo un desafío, que sigue necesitando retos, emprendimientos, investigación y aplicar todos nuestros recursos, para conseguir un descubrimiento o la victoria pensamos en una nueva nave.
Anhelamos botar una nave en esos posibles, aunque improbables, astilleros del presente o del futuro, capaz de emprender la singladura de la investigación hasta llegar al conocimiento y resolución de problemas como la fibromialgia o la fatiga crónica.
Un buque para escapar de nuestras limitaciones dotado de las más altas tecnologías y de una tripulación selecta y heroica.

Un buque que bien podría llamarse RECOVER, RELIEF, HOPE o HUMAN KIND. Algunos románticos ilusos como yo seguimos viendo con los ojos muy abiertos esas ficciones en las que hombres de multitud de especies y planetas conviven con la finalidad común de extender el conocimiento y la hermandad, pensando que tenemos las herramientas y la voluntad para llevar a buen puerto esas naves, especialmente en días como los actuales, con imágenes mágicas dibujadas en el cielo.

Quizá necesitemos algún “Capitán o Capitana de mar y tierra” o del espacio exterior que sea capaz de conciliar y liderar todas esas voluntades.

Mientras llega esa oportunidad, profesionales como nosotros seguiremos intentando aplicar nuestra experiencia y nuestro conocimiento a favor de los pacientes por encima de todo, por encima incluso de nuestros otros intereses.
Entendemos que este debe ser el camino: priorizar al paciente y convertirle en el centro de nuestra atención y de nuestras organizaciones. Ojalá nos acompañe la fuerza, la ciencia, el destino y, por qué no, un poco de suerte.
