El dolor como sabemos y hemos repetido hasta la saciedad, es una experiencia subjetiva y muy compleja.

Multitud de factores concurren en la forma clínica de presentación: la anatomía y la fisiología de cada persona, son elementos decisivos, pero su experiencia, sus vivencias o su educación, también van a modificar sustancialmente la manera en la que l@s pacientes describen y perciben la sintomatología.

Si el dolor es una experiencia compleja, el dolor visceral lo es aún más, ya que la localización es mucho más complicada y la sintomatología se presenta en estructuras funcionales, que están permanentemente en movimiento.

Se dice que las tripas “tienen vida propia” y es verdad no sólo por su funcionamiento independiente, sino por su rica inervación. El tubo digestivo es el segundo órgano con más neuronas después del sistema nervioso y eso explica la gran interrelación entre las emociones y la conducta alimentaria o la digestión.

Muchos cuadros de dolor abdominal se han diagnosticado o interpretado como trastornos funcionales, relacionados con alteraciones en el comportamiento alimentario y, solo tiempo después, se ha encontrado el sustrato orgánico que explicaba dicho cuadro.

María es una paciente de 25 años con historia de trastornos en la alimentación y dolor abdominal subagudo, con episodios de mayor intensidad que siempre se relacionaron con el conflicto entre sus hábitos alimentarios y su imagen corporal.

La presencia de náuseas, vómitos, pérdida de peso, distensión abdominal y sobre todo dolor en el piso terminal superior que se relacionaba con la alimentación y que se modificaba con las posiciones, hizo pensar que no era un cuadro simplemente de anorexia: no es infrecuente que una etiqueta de trastorno funcional o emocional perturbe y condicione la actitud terapéutica impidiendo la realización de pruebas diagnósticas que podrían ayudar a esclarecer el problema.

Cuando María acude a nuestra Unidad, la paciente estaba en seguimiento por el Servicio de Apto. Digestivo de nuestro hospital y con medicación por parte del Servicio de Psiquiatría.

El buen criterio de los compañeros de digestivo, con la realización de un TAC abdominal tras una ecografía abdominal inespecífica, permitió realizar un diagnóstico con la utilización combinada de contraste por vía digestiva e intravenosa.

El diagnóstico de síndrome de Wilkie permite no solamente entender el cuadro doloroso, sino en gran medida justificar los trastornos alimentarios.

El síndrome de Wilkie fue descrito por Rokitansky en el siglo XIX, siendo extremadamente infrecuente en menos de 2 por cada 1000 hab.

La arteria mesentérica surge de la aorta de una forma más oblicua de lo habitual y comprime el duodeno. El resultado es una compresión del tracto intestinal, que se acompaña de dolor y alteraciones en la digestión.

Nuestra paciente inicialmente no respondió a las medidas conservadoras, por lo que le propusimos realizar un bloqueo epidural que mejoró parcialmente los síntomas, de ahí que a continuación le propusiéramos realizar un bloqueo simpático del plexo celiaco. Lo realizamos con control radiológico y fue igualmente útil, igualmente temporal e incompleto en sus resultados que el primer procedimiento.

El resultado de nuestro tratamiento favorable, aunque limitado en el tiempo, decidió a la  paciente y su familia a optar por una cirugía de reubicación del tubo digestivo, una duodeno-yeyunostomía que mejoró sus síntomas de una forma inmediata, cambiando completamente su relación con los alimentos y su calidad de vida.

El dolor es un síntoma complejo que casi siempre se relaciona con una lesión, y aunque nuestro criterio general pasa por iniciar las medidas terapéuticas de una forma progresiva, comenzando con tratamientos conservadores, la cirugía en algunos casos no solo es conveniente, sino que es imprescindible y permite la resolución completa del cuadro. Insistir en la necesidad de un diagnóstico certero y la conveniencia de la valoración multidisciplinar es algo que, en casos como este, es mandatorio.

Para nosotros el objetivo no es asumir el protagonismo de la acción terapéutica, sino conseguir que el paciente alivie sus síntomas, mejore su calidad de vida y si es posible se cure.

Nuestra obligación es dar el mejor consejo posible y, a veces, ceder el protagonismo a otros compañeros y a otras especialidades.

Publicado por Dr. Alfonso Vidal

Director de las Unidades del Dolor del Hospital LA LUZ (Madrid) y del Hospital SUR (Alcorcón, Madrid). Grupo QUIRÓNSALUD Profesor de Dolor en la Univ. Complutense Madrileña

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