Uno de los retos más complejos que se nos plantean en el tratamiento del dolor es el dolor neuropático.

Entender lo que es el dolor neuropático para alguien que no lo ha padecido puede ser una tarea compleja, porque la irritación o la alteración en el funcionamiento del sistema nervioso podemos no interpretarla como dolor, incluso no llamarle dolor, y utilizar otros términos como hormigueo, acorchamiento, quemazón, frío o falta de sensibilidad. Todos estos síntomas reflejan una alteración en la percepción que es desagradable y, por eso, los denominamos dolor.

Sin embargo, algunos cuadros clínicos relacionados con la alteración nerviosa en la diabetes; los cuadros de irritación radicular producida por compresión o afectación del nervio ciático o alguna de sus raíces de origen; la afectación asociada al virus del herpes zoster; la más que típica neuralgia de trigémino y las menos típicas; y las frecuentes neuralgias faciales de otro tipo, son asignaturas pendientes que, día tras día, a pesar de acudir al examen preparados, suspendemos sistemáticamente.

Esto se produce por la complejidad del fenómeno doloroso que, en este tipo de pacientes, si cabe, se convierte en un galimatías aún mayor, ya que los mecanismos de detección de lesiones o de alarma son los que están alterados, generando alarmas anormales, extemporáneas o excesivas.
Los mecanismos de generación y perpetuación del dolor neuropático han sido bien descritos por multitud de investigadores, incluyendo el profesor Fernando Cerveró y la profesora Jennifer Laird. El deterioro de las estructuras genera en muchos casos un deterioro en la transmisión que se consolida y se mantiene en el tiempo como un círculo vicioso muy difícil de cerrar.

Ante esta situación, tenemos una noticia prometedora: la sustancia denominada pilavapadin, que actualmente está en proceso de investigación, en la fase más avanzada del mismo, en la fase tres, sintetizado por el laboratorio Lexicon Pharmaceuticals. Promete una reducción significativa del dolor neuropático, especialmente en pacientes diabéticos, empleando unas dosis relativamente bajas y con escasas incidencias secundarias.

El mecanismo de acción se basa en la inhibición de una proteína de membrana denominada AA K1, una proteína quinasa, o también, AP2 asociado a proteína quinasa 1.

Esta proteína está implicada en los procesos de captación por parte de las células de moléculas extrañas a ellos, lo que denominamos endocitosis ligada a clatrina, y que es decisivo en la recaptación de los neurotransmisores como serotonina o noradrenalina implicados en el alivio del dolor neuropático.
Es decir, tendríamos un agente que produciría un efecto semejante al que pretendemos que produzcan medicamentos útiles en el dolor neuropático, como antidepresivos, antiepilépticos o algunos opioides, y con una tolerabilidad mucho mejor.

Sin duda es una buena noticia, que todavía no se ha confirmado, puesto que las investigaciones están en curso, pero que apunta a una nueva alternativa para cuadros que, como he dicho antes, tienen una muy mala respuesta a los tratamientos actuales.
Aunque el diseño es para el dolor neuropático relacionado con la diabetes, no cabe ninguna duda que una herramienta útil será testada en otros pacientes si confirma su eficacia y seguridad.
Bienvenida la investigación, bienvenidos los avances, bienvenidas las nuevas herramientas.

El hecho de que surjan herramientas para combatir un cuadro doloroso establecido no resta importancia, en absoluto, a la prevención de aquellos cuadros que sabemos que dependen de alteraciones como la diabetes, que pueden controlarse con consejos en el estilo de vida y tratamientos que reduzcan los niveles de glucosa en sangre.
