Muchas veces, cuando visitamos ciudades monumentales, como puede ser Roma, Atenas, Córdoba, etc., encontramos los vestigios de la civilización en forma de construcciones ejemplares, monolíticas, testimonio de su poder y saber hacer.

Construcciones tan sólidas que han soportado el paso del tiempo y la acción, no sólo de la naturaleza, sino de los seres humanos que se han sucedido en el tiempo y que casi siempre quieren dejar su perfil o el testimonio de su preferencia cultural.

Estos edificios rotundos, construcciones monumentales, reflejan no solamente una forma de cultura, sino también un poderío tecnológico, el dominio de técnicas y materiales y, naturalmente, la disponibilidad de recursos, materiales de construcción, mano de obra, en suma, poder económico.

Estos modelos monumentales, representativos de una cultura y también de una jerarquía económica, han sido imitados a la hora de emplearse en otras grandes construcciones.

Permítanme compartir esta reflexión que viene motivada por la similitud que algunos perfiles de edificación actuales tienen con otros de las civilizaciones clásicas.

Si miramos el perfil del acueducto de Segovia o el de Tarragona y lo comparamos con las fachadas de algunas facultades de las universidades, como pueden ser la de Medicina u Odontología en la Complutense o en algunas otras ciudades, encontramos cómo la tradición cultural Clásica ha impregnado de manera decisiva nuestra manera de construir edificios dedicados a la transmisión del conocimiento.

Muy probablemente los promotores y constructores tuvieron el ánimo de homenajear y dar importancia a las materias que se desarrollaban en el interior.

Por esa razón les dotaron de una carcasa noble, monumental, que de alguna manera revestía y reviste de una cierta autoridad histórica a los contenidos y también a las personas que trabajaban o que trabajamos en el interior.

Es muy razonable buscar una legitimación histórica en el conocimiento. Los hombres que no conocen su historia están condenados a repetirla, pero también es cierto que, como los edificios, los conocimientos que se imparten en el interior de esas universidades tienen una permanente obligación de actualización.

Que muchas universidades o facultades de prestigio tengan estas características, no quiere decir que aquellas que tienen un perfil más contemporáneo sean menos importantes o que solo el edificio o la camiseta, si me permiten el símil deportivo, permita ganar los encuentros.

La obligación de la Ciencia es estar construida sobre pilares tan solidos como los edificios que los albergan, basados en la observación, la investigación, el rigor, la evidencia, la honestidad y el esfuerzo, algo no muy distinto a lo que debería pedirse a casi todas las profesiones.

La ciencia y sus ministros requieren una revisión permanente y, en particular la educación en la salud requiere un esfuerzo continuo.

Los remedios de hoy puede que mañana se queden anticuados, aunque tengamos que recordar y homenajear a todos los que nos antecedieron en la profesión médica o docente.

Publicado por Dr. Alfonso Vidal

Director de las Unidades del Dolor del Hospital LA LUZ (Madrid) y del Hospital SUR (Alcorcón, Madrid). Grupo QUIRÓNSALUD Profesor de Dolor en la Univ. Complutense Madrileña

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