En un reciente artículo publicado en la prestigiosa revista Science, (https://www.science.org/content/article/human-ancestors-may-have-survived-brush-extinction-900-000-years-ago) hemos sabido que hace algo menos de un millón de años, debido a las difíciles condiciones de supervivencia, nuestra especie humana se vio en trance de desaparición.

Al parecer las condiciones medioambientales no fueron las más favorables: unos sujetos, débiles y aislados unos de otros, y sin la capacidad tecnológica o la suerte de su lado, se vieron abocados a la extinción.
En ese trabajo se recalca que somos, todos los humanos, descendientes de apenas mil y pico de otros humanos, vamos, que unas cuantas cadenas de ADN son nuestra herencia ancestral ¡Qué curioso! En un momento histórico como este, en el que reivindicamos las diferencias, relacionadas con espacios geográficos o culturales, tengamos la certeza de que todos somos hermanos, o al menos primos, incluso cuñados, como paradigma del parentesco sin familiaridad.

Al parecer el dominio del fuego pudo ser uno de los elementos de supervivencia, el uso del fuego para el procesado de los alimentos y como elemento de protección o ataque, en un entorno competitivo y hostil, donde fuimos, las más veces, alimento de otras especies.

El recuerdo de estos momentos ha servido, debido a la inquietud y a lo nebuloso del recuerdo, para recreaciones de nuestra historia en la literatura (el clan del oso cavernario, el mono desnudo) o el cine (hace un millón de años, en busca del fuego), presentando sociedades más o menos incipientes en las que nuestros antepasados pugnaban por la supervivencia.

Desde luego que aquellos humanos no somos nosotros y la huella de carbono debida al uso de la combustión y su repercusión en el medio ambiente y en el clima de la Tierra no era su principal preocupación.

Nuestra especie ha progresado merced a su capacidad de adaptación, a su solidaridad a la hora de cuidar y proteger al grupo frente a las circunstancias, y a un componente de azar que el tiempo nos permitirá valorar. Gandhi ya hizo un alegato en este sentido que quedó, como otras grandes iniciativas, en el cajón de oportunidades de mejora de nuestra sociedad, ávida del cortoplacismo y la comodidad.

La razón de abordar este tema en este momento es insistir en que nuestra especie humana tiene más elementos de unión que de diferencia, que si queremos seguir en este planeta debemos tener conciencia de lo que nos une y poner en un segundo término lo que nos separa.

El discurso artificial de las diferencias es coyuntural, probablemente interesado, y la necesidad de afrontar nuestros problemas como una única entidad se hace cada vez más patente, cuando vemos que problemas como las enfermedades o las fuerzas de la naturaleza, tienen dimensiones planetarias.
Seguro que los líderes de aquellos mil y pico adoptaron las decisiones que entendieron mejores para sí mismos y sus congéneres y, probablemente, fueron acertadas, puesto que aquí seguimos, pero sería difícil o injusto revisar esas decisiones con los conocimientos de nuestra sociedad.

Nos corresponde a nosotros tomar las decisiones más acertadas para la supervivencia de nuestra especie, en términos absolutos y también en términos concretos.
La salud, la alimentación, el dolor, el descanso, la actividad física…son retos semejantes desde el origen de la humanidad, que nos afectan a todos por igual por la condición humana. Nuestra responsabilidad es alentar los hábitos saludables, la investigación para mantener y mejorar esas condiciones de vida.

Por todo ello, y como propósito para este curso, un ejercicio de respeto, de tolerancia, que nos permita poder escribir o leer muchas opiniones como esta y seguir intentando ayudar a otros para mejorar sus condiciones de vida, con independencia de razas, nacionalidades, géneros o preferencias en la alimentación o la compañía: todos somos hermanos y la ciencia lo ha demostrado.

Un último y emotivo recuerdo a nuestros hermanos de Marruecos que, mientras escribía estas líneas, sintieron la Tierra temblar y vieron cómo sus casas, sus calles, su salud y sus vidas se malograban por el capricho de la naturaleza y de las placas tectónicas. Un abrazo de solidaridad para el pueblo marroquí.
