El Dr. Martin, despertó sobresaltado. Primero, por la oscuridad, no supo donde se encontraba y desorientado, buscó su teléfono móvil sobre la mesilla. No estaba. Palpó el interruptor de la luz y tras encender vio la hora: las 3:24.

En su cama, junto a él, dormía su esposa y la habitación reflejaba todos los pequeños detalles de confort que un hombre como él se podía permitir: los muebles, los armarios empotrados, las dobles ventanas que dejaban las inclemencias meteorológicas fuera…En suma, un entorno amigable.

La aterradora pesadilla que le había sobresaltado se fundaba en una terrible enfermedad contagiosa originada en Asia que se extendía, primero sin conocimiento y luego sin control, por todo el mundo, dando lugar a una pandemia propia de un relato de ciencia ficción en la que millones de afectados, con cientos de miles de muertos, inundaban los hospitales y las funerarias condicionando un aislamiento internacional, una nueva forma de relación y la muerte de su madre. Incluso su matrimonio se iba a pique, ¡qué espanto y cuánto de real parecía!

La ruedas de prensa de los gestores públicos explicando con naturalidad la catástrofe y su incapacidad de controlarla, las contradicciones continuas a cada instante, el cierre de negocios, hoteles, restaurantes y la ingente masa de población abocada a la pobreza, si es que la salud se lo permitía…Pero decidió volver a dormir: hasta las 6:30 no tenía que levantarse.

 Despertó, de nuevo en oscuridad, miró hacia el despertador, no podía verlo a oscuras y decidió encender la luz. De pronto el teléfono móvil se iluminó. Eran las 6:30, hora de levantarse, pero ante su asombro vio que estaba en una siniestra estancia, hundido en una pequeña cama, solo, con unas cortinas beige y una televisión empotrada en la pared.

Halló el interruptor de la lámpara y la habitación del motel se presentó en toda su crudeza: pequeña, oscura, ruin. Miró su maleta a medio hacer e intentó recapacitar.

Miró los mensajes de su teléfono: cientos de comunicaciones de los grupos de contactos advertían de la segunda y tercera ola de los riesgos, de los nuevos contactos y de las dificultades en el desarrollo y distribución de las incipientes vacunas, cargadas de incertidumbre en su eficacia y en su seguridad.

Vio el mensaje de su hermana Vanesa: el funeral de mama será con aforo limitado y la incineración sin responso ni familiares, siguiendo las recomendaciones de las autoridades.

Se levantó de la cama y miró por la ventana. El invierno llamaba a la puerta y los coches empezaban a circular por el barrio. Algunos madrugadores caminaban con sus mascarillas por las calles.

En la televisión, reporteros enmascarados y autoridades desnortadas se afanaban en dar explicaciones de lo ya sucedido y consejos de lo que podía suceder.

Se vistió y fue a trabajar a su hospital, parcialmente colapsado por los pacientes graves ingresados, desbordado por la presión para diagnosticar y tratar a los leves a fin de evitar su agravamiento.

El día fue agotador. Al volver al motel donde estaba alojado para evitar el contacto con población no expuesta, comenzó a revisar la agenda del día siguiente: video reunión con la dirección del centro, cita virtual con la delegación de hacienda, respuesta a su reclamación por estacionamiento indebido, 16 correos de pacientes pendientes de tratamiento por el cierre de las consultas presenciales…Suma y sigue.

Mientras miraba el ordenador se quedó dormido,

Despertó de nuevo, las 6:28. Encendió la luz y saltó de la cama, su mujer le preguntó qué pasaba, qué inquietud había tenido esa noche. Pero no obtuvo respuesta.

Se levantó y duchó despacio, pensando en la pandemia. Puso la radio que hablaba del campeonato futbolístico de liga, las fusiones bancarias y del balance turístico record del año.

Acudió a trabajar y los pacientes desbordaban las salas de espera, sus compañeros le buscaron para tomar café y para la sesión clínica, mientras recibía la llamada de su madre recordándole la cita para comer ese día. Lloró al hablar con ella y le dijo cuanto la quería. Ella contestó que “estaba envejeciendo muy mal”.

Despertó de nuevo, esta vez en el motel, aun con lágrimas en los ojos. Las primeras vacunas empezaban a distribuirse en los países de Occidente, anunciando un nuevo horizonte de esperanza….

¿Ficción o realidad?

La existencia de universos paralelos que evolucionaran simultáneamente y a los que se pudiera acceder a través de portales espacio-tiempo, o el hecho de transcender de una dimensión a otra siguiendo una ruta o escalera específica, ha ocupado a sabios de todas las épocas, desde teólogos a físicos cuánticos.

Esa Escalera de Jacob por la que los ángeles subían y bajaban desde el cielo o esas puertas de las estrellas o del tiempo nos ilusionan como los trucos de magia, a medio camino entre la fascinación y la perplejidad.

El sueño es el momento en el que nuestra mente libre de las ataduras de la conciencia, desborda sus límites y nos permite volar, viajar, compartir experiencias fantasmagóricas con personas reales o de ficción y, reencontrarnos con nosotros mismo y nuestros antepasados.

Los viajes iniciáticos de las tribus primitivas basados en las propiedades alucinógenas de muchas sustancias o el sueño que producen los modernos anestésicos son también supuestos puentes a otras dimensiones.

El hecho es que no tenemos el control de esos viajes, por lo que la cruda realidad para nosotros y para nuestro ficticio Dr. Martín, en este terrible año bisiesto, es que un horror de proporciones planetarias ha asolado nuestras vidas y ha retorcido nuestra manera de vivir, nuestro orden de prioridades e incluso nuestra forma de celebrar algo tan íntimo como las fiestas familiares.

Mientras despertamos de esta pesadilla y por si no fuera posible hacerlo, conservemos la calma, la prudencia y la sensatez. Limitemos nuestro riesgo y ayudemos a los demás.

Nunca más que ahora hemos sido conscientes de que la salud, la nuestra y la de todos, es el mejor regalo y que este bien intangible no se puede comprar con dinero.

¡¡¡¡Muy Feliz Navidad para tod@s!!!!

Publicado por Dr. Alfonso Vidal

Director de las Unidades del Dolor del Hospital LA LUZ (Madrid) y del Hospital SUR (Alcorcón, Madrid). Grupo QUIRÓNSALUD Profesor de Dolor en la Univ. Complutense Madrileña

Únete a la conversación

1 comentario

Dejar un comentario